Sor Lucía era una persona brillante, muy agradable, serena, pacífica y tranquila. Era una persona confiada que tuvo que guardar un gran secreto y que fue llamada para comunicar mensajes importantes a la humanidad.
La primera reunión que tuve con ella fue en abril del 2000, después de que el Papa tomó la decisión de publicar la tercera parte del secreto de Fátima. Se sintió liberada de la tarea de mantener el mensaje en secreto y por eso habló muy abiertamente.
Ella sentía que era la misionera del mensaje de Fátima para la humanidad. Pensé que era una persona que luchó durante su vida, pero que nunca tuvo miedo. Ella realmente confiaba en Dios. Se sentía protegida por el Señor y por la Virgen María y también se sentía parte viva e integrada de la Iglesia que camina.
Durante años, Sor Lucia envió cartas a los papas y por años los papas no respondieron. Entonces, San Juan Pablo II tomó la decisión de reabrir el diálogo, y usted trajo esta noticia a Sor Lucia. ¿Cómo reaccionó?
Sor Lucía había tenido ciertas comunicaciones con Pío XII a través de mensajes que el Papa le envió y que ella envió al Papa. Sin embargo, fue San Juan Pablo II quien en realidad abrió el diálogo oficial, como ningún otro Papa había respondido a las cartas anteriores. Cuando fui donde ella y le di la carta del Papa, estuvo muy emocionada.
En la carta, el Papa expresó su gran estima por la hermana Lucía y le pidió que hablara abiertamente conmigo, así como se me confió, por parte del Papa, de informarle cada palabra de ella. Sor Lucía no dudó. Ella dijo: "Muy bien. Te diré todo lo que pides". Ella estaba feliz y vivimos un momento muy bueno. Recibiendo la voluntad del Papa, la hermana Lucía confió en mí. Sabía expresar con claridad el núcleo del mensaje de Fátima, recordando las recomendaciones de la Virgen en Fátima.
¿Por qué se tomó la decisión de publicar el tercer secreto de Fátima en el año 2000, durante el Jubileo?
Al final del segundo milenio, hubo una espera espasmódica por conocer el "Tercer Secreto de Fátima". Había muchos escritos imaginarios, incluso algunas predicciones catastróficas y apocalípticas. Al mismo tiempo que se tomó la decisión de beatificar a los dos pastores de Fátima, el Papa también tomó la decisión de publicar el texto auténtico del llamado Tercer Secreto de Fátima.
La decisión fue tomada directamente por San Juan Pablo II, después de una reunión en la que estuvieron presentes el Cardenal Joseph Ratzinger (entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe); el Cardenal Angelo Sodano (entonces Secretario de Estado), yo; el entonces Mons. Giovanni Battista Re, entonces substituto de la Secretaría de Estado; y el entonces Mons. Stanislaw Dziwisz, que era el secretario personal del Papa.
El Papa me encomendó encontrarme con Sor Lucía y mostrarle el texto asegurado en el archivo secreto del Santo Oficio, para que Sor Lucia pudiera confirmar que tanto la escritura como el texto eran realmente los que envió al Papa.
¿Cuál fue el camino del famoso sobre que contenía la tercera parte del Secreto de Fátima? ¿Cuántos Papas llegaron a conocer el secreto? ¿Y por qué se hablaba tan ampliamente de dos sobres?
El sobre original está contenido en un sobre más grande en el que Sor Lucía había escrito '1960' (Nota del editor: No abrir antes de... 1960). En el sobre más grande, había otro sobre, en el que la hermana Lucía había escrito 'Tercera Parte del Secreto de Fátima'. Esos famosos sobres, como sabemos por los archivos del Santo Oficio, llegaron a Roma en 1957 a través de Mons. Cento, que era Nuncio Apostólico en Portugal.
San Juan XXIII fue el primero en abrir el sobre. Él escribió la tercera parte del secreto con su confesor, Mons. Cavagna. Entonces, el Beato Pablo VI leyó el secreto en 1965. Por último, San Juan Pablo II lo leyó el 18 de julio de 1981. San Juan Pablo II guardó el sobre en el apartamento pontificio, aunque cada Papa anterior, después de haber leído el secreto, había ordenado que el documento sea devuelto al Archivo Secreto del Santo Oficio. Allí, los sobres fueron asegurados en una vieja caja fuerte con un sistema antiguo y especial de tres llaves, entregado a tres superiores del Santo Oficio, para que nadie pudiera abrirlo sin la presencia de las otras dos personas y sin el consentimiento del oficial superior.
¿Qué sintió cuando leyó por primera vez el tercer secreto?
Estaba atónito, asombrado por la lectura. Al mismo tiempo, encontré la confirmación de lo que Juan Pablo II ya había dicho. Es decir, más allá de las persecuciones que la Iglesia ha sufrido durante el siglo, la predicción de una historia de dolor que acarrearía no solo a los simples y a los pequeños, sino también a los guardianes de la Iglesia –sacerdotes y obispos– al punto de tocar al Obispo que viste túnicas blancas; que los pastores intuían que era el Papa.
Esta predicción incluyó un intento de asesinato en la casa del Papa, es decir, la casa común de los fieles. Este hecho horrible e indescriptible es de hecho el punto central del mensaje, ya que involucra al pueblo de Dios en su totalidad, incluyendo al Pastor Supremo del pueblo de Dios en la tierra y la historia.
La Virgen María también hizo una petición precisa de consagrar a Rusia a su Inmaculado Corazón. ¿Cómo cumplieron los Papas este requisito? ¿Y qué hizo en particular Pío XII y Juan Pablo II?
La petición de consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María es muy importante. Rusia es un pueblo –de hecho, un grupo de pueblos– que está en el centro del mensaje y que está muy cerca del corazón de la Virgen.
Durante el siglo XX, los Papas se refirieron a Rusia muchas veces. Para dar un ejemplo concreto (recuerdo) que Benedicto XV ayudó a Rusia durante la gran hambruna de 1921-1923. También Pío XI. La Virgen adelantó una petición muy precisa y el Papa cumplió el requisito considerando el contexto ecuménico, para describirlo en términos actuales.
El Papa Pío XII fue el primero en consagrar el mundo al Inmaculado Corazón de María: lo hizo en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial. Diez años más tarde, con la Carta Apostólica Sacro Vergente Anno –una carta muy hermosa– consagró al pueblo de Rusia.
San Juan Pablo II consagró Rusia al Corazón Inmaculado de María en 1982, y luego en Fátima el 25 de marzo de 1984, durante el Año Extraordinario de la Redención que había proclamado. Algunos observan que Juan Pablo II no mencionó explícitamente a Rusia. Sin embargo, la referencia a Rusia es evidente. Creo que el Papa no quiso mencionar explícitamente la palabra 'Rusia' por una especie de respeto hacia el mundo ortodoxo.
La referencia es muy clara en las consagraciones de Pío XII y en la mencionada carta apostólica de Pío XII hay una expresión equivalente: "El pueblo que estás esperando ser consagrado". Y entonces, la oración de consagración es muy solemne, muy hermosa: "Madre de la Iglesia, ilumina al pueblo de Dios en el camino de la fe, la esperanza y la caridad. Ilumina especialmente a las personas que están esperando ser consagradas y confiadas a ti. Ayúdanos a vivir en la verdad de la Consagración a Cristo para toda la familia humana en el mundo contemporáneo".
Se preguntó a la hermana Lucía si las consagraciones fueron hechas apropiadamente, tanto por su superior religioso como por mí. Ella respondió: "Como nossa senora a pediu" (Como Nuestra Señora lo pidió).
Sor Lucía entonces escribió un libro para contestar todas las cartas que recibió. El libro también explora la noción de María como corredentora de la humanidad. ¿Es posible considerar a la Virgen María de esa manera?
El libro fue publicado y confieso humildemente que apoyé su publicación. Sor Lucía expresó su voluntad de publicar este libro para responder a las miles de cartas que recibió. También había escrito muchas cartas personales que ahora están siendo examinadas en la Congregación para la Causa de los Santos. Sin embargo, quiso reunir todos sus pensamientos y comentarios sobre el mensaje de Fátima en un libro que ella misma escribió.
La publicación del libro fue discutida durante una reunión de los cardenales miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y algunos de los cardenales dijeron: "No, no se debe publicar, no podemos poner a la hermana Lucía en un escenario universal como si la autorizáramos como maestra de mariología... se supone que debe vivir con humildad y en lo oculto".
Cuando regresé de la reunión con ella, le dije al Cardenal Ratzinger y al Papa Juan Pablo II: "Muchos libros de teología y devoción popular son erróneos, y algunos de ellos no son lo mejor en doctrina y la espiritualidad... ¿por qué no deberíamos estar de acuerdo en la publicación de un libro de Sor Lucía?". Le di el borrador del libro al P. Jesús Castellano Cervera, un eminente teólogo que se desempeñó como Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El P. Castellano leyó atentamente el borrador. Quedó fascinado y escribió una presentación hermosa de este.
Con el libro, Sor Lucía presenta lo que de alguna manera podemos llamar "el Catecismo de Fátima". Ella escribe una teología simple pero profundamente espiritual. También habla de María como corredentora, pero este título no genera ningún problema teológico. Incluso el P. Castellano destacó que no hay tantos problemas con el título (de corredentor), ya que se reconoce que María está subordinada a Cristo, el único mediador.
El libro fue traducido a varios idiomas y sugiero leerlo y meditar sobre él, especialmente ahora, con ocasión del 100 aniversario de las apariciones de Fátima.
En su camino a Portugal en 2010, Benedicto XVI dijo que la profecía de Fátima no estaba plenamente cumplida, que todavía estaba viva. ¿Qué quiso decir Benedicto XVI? ¿En qué sentido la profecía aún no se ha cumplido?
El entonces Cardenal Ratzinger, en el comentario teológico a la publicación de la Tercera Parte del Secreto de Fátima, destacó explícitamente: "Se puede ver representada en esta imagen la historia de todo un siglo. Del mismo modo que los lugares de la tierra están sintéticamente representados en las dos imágenes de la montaña y de la ciudad y están orientados hacia la cruz, también los tiempos son presentados de forma compacta. En la visión podemos reconocer el siglo pasado como siglo de los mártires, como siglo de los sufrimientos y de las persecuciones contra la Iglesia, como el siglo de las guerras mundiales y de muchas guerras locales que han llenado toda su segunda mitad y han hecho experimentar nuevas formas de crueldad. En el 'espejo' de esta visión vemos pasar a los testigos de la fe de decenios".
Así, en un sentido, dice que los acontecimientos descritos en el tercer secreto ya han pasado. Al mismo tiempo, el corazón del llamado de Fátima trata de la conversión. Es decir, la conversión de los fieles y el camino de la Iglesia hacia la fidelidad.
Sor Lucía realmente se preocupaba de cumplir lo que ella llama el "mandamiento de María". Así como está el mandamiento del Señor Jesús: "Amaos los unos a los otros como yo os amé", está el mandamiento de María de "Haced lo que Él os diga"
Así, el mensaje de Fátima continúa, es eternamente actual. Este es el significado de lo que ha dicho Benedicto XVI.
Juan Pablo II, en su mensaje de 1997 para el Día Mundial del Enfermo, escribió: "La Señora del mensaje parece leer los signos de los tiempos –los signos de nuestro tiempo– con una percepción especial (...) La insistente invitación de María Santísima a la penitencia no es más que la manifestación de su preocupación maternal por el destino de la familia humana, necesitada de conversión y perdón". Todos estos procesos de conversión, intercesión y reconciliación no cesaron en 1981. Siguen trabajando... así que el mensaje de Fátima sigue apelándonos y nos recuerda nuestra corresponsabilidad.
Usted se reunió con Sor Lucía por última vez el 9 de diciembre de 2003. ¿De qué hablaron? ¿Y cuánto duró esta reunión?
La última reunión con Sor Lucía fue extraordinaria. Yo diría que fue la más cordial, amorosa y fraterna de nuestras reuniones. La reunión también estuvo llena de muchos temas de conversación. Pasé quizás cinco horas en Coimbra aquel día: celebré Misa, me reuní con la comunidad y luego me reuní personalmente con Sor Lucía.
La reunión duró cerca de dos horas y estuve junto al P. Kondor, el postulador de la causa de la beatificación de los pastores. Charlamos, recordamos nuestras reuniones del pasado y los temas que habíamos discutido y luego hablamos de tres temas específicos.
El primer tema fue un pedido de aclaración sobre la relación de la hermana Lucía con el Cardenal Luciani. Pedí una verificación del informe de la reunión que el Cardenal Luciani –quien más tarde fue elegido Papa Juan Pablo I– había redactado. Sor Lucía pidió que el informe fuera traducido al portugués. Lo leyó cuidadosamente y lo confirmó. Este es el texto en portugués que la hermana Lucía firmó como confirmación.
Le hice una pregunta directa: "¿Predijiste la elección del Cardenal Luciani como Papa?". Ella respondió con estas mismas palabras: "No recuerdo si le dije que iba a ser elegido Papa. Le dije a mi comunidad religiosa que había conocido a un buen Cardenal, un Santo Cardenal, y que si hubiera sido elegido Papa, iba a ser un buen Papa". Estas son las palabras de la Hermana Lucía. Ciertamente, sabemos que el Cardenal Luciani estaba muy conmovido por el diálogo con Sor Lucia. El diálogo fue sobre los problemas de la Iglesia, sobre la fe y el declive de la fe en la Iglesia; ya eran temas de interés entre las décadas de 1970 y 1980, imagine que dirían ellos hoy.
El segundo tema trató sobre la salud del Papa Juan Pablo II. Me pidió mucha información sobre el Papa. Ella había tenido una relación muy cercana con el Papa anterior. Sabemos que los pastores estaban muy vinculados al Papa, rezaron mucho por él, habían ofrecido su dolor por el sufrimiento del Papa desde 1917.
La hermana Lucía se relacionó muy estrechamente con Juan Pablo II. Ella me dio su bastón para que yo pudiera llevarlo al Papa y me dijo: "Dad esto al Santo Padre y veréis que la Virgen María lo protegerá y ayudará que su salud mejore". Ella me dio el bastón para el Papa porque le había dicho que el Papa estaba caminando con la ayuda de un bastón, como la hermana Lucía. Ella normalmente se movía en una silla de ruedas, pero cuando estaba de pie tenía que apoyarse en el bastón. Traje el bastón aquí al Santo Padre y creo que ahora está en el museo de San Juan Pablo II en Cracovia.
Finalmente hablamos de la salud de la hermana Lucía. Le deseé muchas felicidades para su próximo centésimo cumpleaños. Le dije: "¡Los mejores deseos! Espero verle de nuevo cuando cumpla 100". Ella respondió: "Nunca nos encontraremos de nuevo. Nunca más me verás. Usted vendrá para mi entierro". Estas fueron sus propias palabras.
En realidad, cuando Sor Lucia murió el 13 de febrero de 2005, su superiora religiosa me llamó y yo presidí su funeral el 15 de febrero de 2005, en una ciudad decorada de arriba a abajo con rosas, no sé de dónde las recolectaron, de cada parte de Portugal. Así que, al final, Sor Lucía predijo eso.
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