El último de los Padres antiguos
Decía San Ildefonso que "la facilidad de palabra era tan admirable en San Isidoro, que las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que se obtenía al oír sus enseñanzas".
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De todas las ciencias, la que más le agradaba y recomendaba era el estudio de la Sagrada Biblia, y escribió vastos comentarios sobre la misma. Escribió varios libros, entre ellos la célebre "Etimologías", que se considera como el primer diccionario hecho en Europa. También -en atención al momento político que le tocó vivir- redactó una "Historia de los visigodos" y algunas biografías de personajes ilustres. Por eso, muchos historiadores y teólogos consideran al santo como un puente entre la Edad Antigua y la Edad Media, en virtud a la capacidad de aglutinar las riquezas del pasado y comunicarlas a las generaciones siguientes.
San Isidoro fue la figura principal del Concilio de Toledo (año 633), del que surgieron los principios canónicos rectores de la Iglesia de España, y que contribuyeron fuertemente a la formación del país. Recordaba Benedicto XVI: "Pocos años después de su muerte, que tuvo lugar en el año 636, el concilio de Toledo, del año 653, lo definió: «Ilustre maestro de nuestra época y gloria de la Iglesia católica»".
San Isidoro de Sevilla murió el 4 de abril del año 636, a los 80 años. Fue declarado Doctor de la Iglesia el 25 de abril de 1722 por el Papa Inocencio XIII.