VATICANO,
En una nueva Audiencia General, el Papa Francisco ofreció una catequesis sobre la perseverancia y el consuelo.
Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre continuó el ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana y afirmó que "quien experimenta en su propia vida el amor fiel de Dios y su consolación está en grado, es más, en el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y hacerse cargo de sus fragilidades".
A continuación, la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ya desde hace algunas semanas el Apóstol Pablo nos está ayudando a comprender mejor en que cosa consiste la esperanza cristiana. Y hemos dicho que no era un optimismo, no: era otra cosa. Y el Apóstol nos ayuda a entender que cosa es esto. Hoy lo hace uniéndola a dos actitudes aún más importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: la «perseverancia» y la «consolación» (vv. 4.5). En el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos apenas escuchado son citados dos veces: la primera en relación a las Escrituras y luego a Dios mismo. ¿Cuál es su significado más profundo, más verdadero? Y ¿En qué modo iluminan la realidad de la esperanza? Estas dos actitudes: la perseverancia y la consolación.
La perseverancia podríamos definirla también como paciencia: es la capacidad de soportar, llevar sobre los hombros, "soportar", de permanecer fieles, incluso cuando el peso parece hacerse demasiado grande, insostenible, y estamos tentados de juzgar negativamente y de abandonar todo y a todos. La consolación, en cambio, es la gracia de saber acoger y mostrar en toda situación, incluso en aquellas marcadas por la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios. Ahora, San Pablo nos recuerda que la perseverancia y la consolación nos son transmitidas de modo particular por las Escrituras (v. 4), es decir, por la Biblia. De hecho, la Palabra de Dios, en primer lugar, nos lleva a dirigir la mirada a Jesús, a conocerlo mejor y a conformarnos a Él, a asemejarnos siempre más a Él. En segundo lugar, la Palabra nos revela que el Señor es de verdad «el Dios de la constancia y del consuelo» (v. 5), que permanece siempre fiel a su amor por nosotros, es decir, que es perseverante en el amor con nosotros, no se cansa de amarnos: ¡no! Es perseverante: ¡siempre nos ama! Y también se preocupa por nosotros, curando nuestras heridas con la caricia de su bondad y de su misericordia, es decir, nos consuela. Tampoco, se cansa de consolarnos.