Cada 11 de marzo, la Iglesia celebra a San Sofronio de Jerusalén, monje de origen sirio que ocupó el cargo de Patriarca de Jerusalén entre los años 634 y 638. San Sofronio fue un teólogo -se le considera entre los más grandes del siglo VII- quien enfrentó a la denominada herejía ‘monotelita’. Por su elocuencia y pulcritud en el discurso fue conocido como "el defensor de la fe, el de la lengua de miel".
Por otro lado, el monotelismo fue una postura teológica según la cual en Cristo hay dos naturalezas, la humana y la divina, pero una única voluntad: la divina. La doctrina católica se apartó de esta posición sobre Cristo por cuanto, queriendo salvar la divinidad de Cristo, restaba perfección a su plena naturaleza humana. El monotelismo fue propuesto y difundido por Sergio, Patriarca de Constantinopla.
Monje y asceta
San Sofronio nació en Damasco alrededor del año 550, en el seno de una familia cristiana. De joven fue un brillante profesor de retórica y se ganó el apelativo de “el sofista”. En esos tiempos, tal denominación no conllevaba necesariamente la carga negativa que hoy posee. Era simplemente una alusión a su capacidad de persuasión y a la claridad de su discurso.
Cuando alcanzó la madurez, Sofronio descubrió el llamado de Dios a una vida de entrega en la oración y la práctica de la virtud. Se presentó al monasterio de San Teodosio, cerca de Jerusalén, donde llegaría a ser monje. Años después, realizó un viaje a Alejandría, donde conoció al asceta San Juan Moschou (Juan Mosco, ‘el abstemio’). Prontamente se convirtió en su discípulo y juntos peregrinaron a través de los territorios de las actuales Siria, Palestina y Egipto, para luego tomar rumbo hacia Roma, capital del imperio.