MANILA,
Atrapados en medio de una brutal guerra contra las drogas en Filipinas, los pobladores en riesgo de ser asesinados acuden con mayor frecuencia a los refugios proporcionados por la Iglesia Católica.
Desde el verano pasado, más de 7.000 personas, sospechosas de ser drogadictas o traficantes, fueron asesinadas en el marco de la lucha del gobierno contra el tráfico de drogas. Los ataques a menudo los realizan pistoleros en motocicletas durante las noches.
Organismos de derechos humanos acusan al Presidente Rodrigo Duterte de promover los asesinatos, y han denunciado que su política contra el narcotráfico ha permitido que la policía local participe en extorsiones, secuestros, robos y muertes.
Esta semana, The Guardian informó que muchos sacerdotes católicos están ofreciendo sus iglesias como refugios para las personas que figuran en las "listas de la muerte" del gobierno o para aquellos que creen que serán atacados.
La Iglesia conecta a estos pobladores con una red subterránea de personas que proporcionan refugio y ayuda, como el encontrarles empleo.
Un sacerdote, el P. Gilbert Billena, dijo a The Guardian que al principio estaba a favor de la guerra contra las drogas e incluso votó por el presidente Duterte, "pero no esperaba este resultado", aseguró. Ahora ofrece refugio a los que están en peligro.