MADRID,
En el octavo mes de embarazo, una estudiante universitaria de 19 años de Ohio (Estados Unidos) fue obligada a abortar contra su voluntad. Pero la niña que crecía en su vientre tenía un propósito que cumplir en la vida, más allá de la muerte.
El aborto no tuvo éxito y la niña, llamada Melissa, nació. Sin embargo, la recién nacida se enfrentaba a otro reto.
Cuando un niño abortado nace vivo, los abortistas tienen la obligación de negarle la atención médica para que muera solo. Pero en esta ocasión una enfermera desafió esa orden y llevó a Melissa al hospital para que recibiera los cuidados necesarios.
Melissa solo pesaba un kilo y sufría graves problemas respiratorios, los médicos dijeron que tendría una vida llena de complicaciones y que no tenían ninguna esperanza para su futuro.
Sin embargo, Melissa encontró una familia que la adoptó y lucho por su vida. Cuando cumplió 14 años, su familia adoptiva le explicó que era adoptada. Esta noticia supuso un cambio radical en su vida.
Un mundo nuevo de preguntas se abría paso en su mente: "Me quedé muy sorprendida cuando mis padres me dijeron que era adoptada. ¿Quién era entonces mi madre biológica? ¿Cuáles eran mis raíces? ¿De dónde vengo?", reconoce.