De acuerdo a la tradición, Santa Martina fue una mujer romana de origen noble, que vivió hacia la primera mitad del siglo III. Por negarse a abdicar de su fe cristiana fue arrestada y sometida a crueles tormentos.
La joven terminaría entregando la vida en el martirio en los tiempos de Alejandro Severo, emperador entre los años 222 y 235.
Santa Martina es considerada una de las patronas de la ciudad de Roma.
Las reliquias de los mártires, anclas de la fe
La devoción a Santa Martina ganó fuerza a partir del descubrimiento de su sepultura y la recuperación de sus reliquias. Esto sucedió muchos siglos después de su muerte, en 1624, durante las excavaciones de la vieja iglesia que fue dedicada a la santa por el Papa Honorio I en el siglo VII, ubicada frente al foro romano.
En el momento de los hallazgos, el Papa Urbano VIII, preocupado por la renovación espiritual de la Iglesia, trasladó sus restos a otro templo, colocando el cráneo en un relicario especial, con el propósito de promover la devoción a la santa. Fue este Pontífice quien fijó su celebración el 30 de enero.