Cada 11 de enero la Iglesia Católica celebra a Santo Tomás de Cori, franciscano italiano que vivió entre los siglos XVII y XVIII. Impulsó una renovación al interior de la Orden de los Frailes menores poniendo el acento en la oración contemplativa.
Fray Tomás fue ejemplo de profunda piedad eucarística, así como de amor a su familia, cuyas riendas asumió tras la muerte de sus padres y que cuidó, siendo el hermano mayor, con celo y cariño hasta que Dios lo llamó a servirlo como religioso.
Un adolescente con una familia a cuestas
Tomás nació en Cori (Italia) el 4 de junio de 1655. A los 14 años ya era huérfano de padre y de madre, por lo que, con verdadero aplomo, se hizo cargo de sus dos hermanas menores.
A fin de asegurarles la manutención y el bienestar a las niñas, el pequeño Tomás se dedicó al pastoreo. “El santito”, como cariñosamente lo llamaban sus vecinos, en sus largas horas de soledad en el campo, aprendió a ver a Dios en las cosas sencillas y sobre todo en la naturaleza, obra del Creador. Su alma ingeniosa y transparente adquiriría en ese contexto el hábito de elevarse en oración, día a día, desde antes de los primeros rayos del alba. De modo que trabajar era para Tomás un poco orar, y orar era un poco trabajar.