18 de diciembre de 2024 Donar
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Papa Francisco: María Madre de Dios nos protege ante el cáncer de la orfandad espiritual

El Papa Francisco reza en la Basílica de San Pedro ante una imagen de la Virgen María. Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)

"Celebrar la maternidad de María como Madre de Dios y madre nuestra, al comenzar un nuevo año, significa recordar una certeza que acompañará nuestros días: somos un pueblo con Madre, no somos huérfanos", afirmó el Papa Francisco este domingo 1 de enero durante la celebración de la Misa de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

Antes del comienzo de la celebración eucarística, el Santo Padre se acercó hasta la imagen del Niño Jesús, situada junto al altar, y la besó.

En la homilía aseguró que "las madres son el antídoto más fuerte ante nuestras tendencias individualistas y egoístas, ante nuestros encierros y apatías. Una sociedad sin madres no sería solamente una sociedad fría sino una sociedad que ha perdido el corazón, que ha perdido el 'sabor a hogar'. Una sociedad sin madres sería una sociedad sin piedad que ha dejado lugar sólo al cálculo y a la especulación".

Para el Papa "las madres, incluso en los peores momentos, saben dar testimonio de la ternura, de la entrega incondicional, de la fuerza de la esperanza".

Francisco destacó la valentía "de esas madres que teniendo a sus hijos presos, o postrados en la cama de un hospital, o sometidos por la esclavitud de la droga, con frio o calor, lluvia o sequía, no se dan por vencidas y siguen peleando para darles a ellos lo mejor. O esas madres que en los campos de refugiados, o incluso en medio de la guerra, logran abrazar y sostener sin desfallecer el sufrimiento de sus hijos".

"He aprendido mucho de esas madres", aseguró. "Madres que se dejan literalmente la vida para que ninguno de sus hijos se pierda. Donde está la madre hay unidad, hay pertenencia, pertenencia de hijos", insistió.

En este sentido, subrayó la importancia de "comenzar el año haciendo memoria de la bondad de Dios en el rostro maternal de María, en el rostro maternal de la Iglesia, en los rostros de nuestras madres", porque "nos protege de la corrosiva enfermedad de 'la orfandad espiritual', esa orfandad que vive el alma cuando se siente sin madre y le falta la ternura de Dios".

"Tal actitud de orfandad espiritual es un cáncer que silenciosamente corroe y degrada el alma. Y así nos vamos degradando ya que, entonces, nadie nos pertenece y no pertenecemos a nadie: degrado la tierra, porque no me pertenece, degrado a los otros, porque no me pertenecen, degrado a Dios porque no le pertenezco, y finalmente termina degradándonos a nosotros mismos porque nos olvidamos quiénes somos".

Por el contrario, "celebrar la fiesta de la Santa Madre de Dios nos vuelve a dibujar en el rostro la sonrisa de sentirnos pueblo, de sentir que nos pertenecemos; de saber que solamente dentro de una comunidad, de una familia, las personas podemos encontrar 'el clima', 'el calor' que nos permita aprender a crecer humanamente y no como meros objetos invitados a 'consumir y ser consumidos'".

"Celebrar la fiesta de la Santa Madre de Dios nos recuerda que no somos mercancía intercambiable o terminales receptoras de información. Somos hijos, somos familia, somos Pueblo de Dios".

El Obispo de Roma puso como ejemplo el comportamiento de María ante el misterio del nacimiento del Hijo de Dios: "María es la mujer que sabe conservar, es decir proteger, custodiar en su corazón el paso de Dios en la vida de su Pueblo. Desde sus entrañas aprendió a escuchar el latir del corazón de su Hijo y eso le enseñó, a lo largo de toda su vida, a descubrir el palpitar de Dios en la historia".

Asimismo, resaltó su importancia en la posterior enseñanza de su Hijo: "Con María, el Niño-Dios aprendió a escuchar los anhelos, las angustias, los gozos y las esperanzas del Pueblo de la promesa".

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"En los evangelios María aparece como mujer de pocas palabras, sin grandes discursos ni protagonismos pero con una mirada atenta que sabe custodiar la vida y la misión de su Hijo y, por tanto, de todo lo amado por Él".

"Tantas devociones, tantos santuarios y capillas en los lugares más recónditos, tantas imágenes esparcidas por las casas, nos recuerdan esta gran verdad", señaló.

"María, nos dio el calor materno, ese que nos cobija en medio de la dificultad; el calor materno que permite que nada ni nadie apague en el seno de la Iglesia la revolución de la ternura inaugurada por su Hijo".

El Santo Padre resaltó asimismo que "donde hay madre, hay ternura. Y María con su maternidad nos muestra que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes".

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