MADRID,
El P. Ángel Briz ha acompañado al ejército español en la base de Besmayah, Irak, durante una movilización de seis meses. A 57 grados el P. Ángel celebraba dos Misas al día y todos los jueves exponía al Santísimo para que los militares que lo desearan pudieran rezar ante Jesús Sacramentado.
A pesar de que muchos decían ser ateos, el joven sacerdote asegura que ver el mal cara a cara y la muerte tan cerca hace que "en la trinchera todo el mundo crea en Dios".
"Los militares son muy buenos, hay muchísimos valores dentro de la vida militar como la abnegación y el sacrificio, que al final es negarse a uno mismo y marchar donde toque", explica el joven sacerdote que volvió de su primera misión en zona de guerra en la base de Besmayah en Irak hace pocas semanas.
"Algunos dicen que no creen, yo siempre respondo haciendo un juego de palabras que lo suyo no es una fe de infantería, sino de infante que todavía no había madurado, pero luego te buscan y te preguntan muchas cosas porque en la trinchera todo el mundo cree. Ves la muerte tan de cerca que es imposible que no te hagas preguntas trascendentes", cuenta a ACI Prensa.
Este joven sacerdote de 36 años acompañó a las tropas españolas en un campamento de instrucción para las tropas iraquíes en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS), pero a pesar de haber estado en un país en guerra aseguró a ACI Prensa no tener miedo a la muerte, "porque yo creo en la Resurrección de la carne y en la vida eterna y eso es lo que tenemos que predicar los capellanes castrenses y no otra cosa".
Entre sus cosas llevó una imagen de la Virgen de los Desamparados, Patrona de Valencia y otra de la Virgen del Pilar, Patrona de Zaragoza, porque la mayoría de los militares de ese destacamento procedía de esas dos ciudades españolas.