19 de diciembre de 2024 Donar
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Arzobispo mexicano a Virgen de Guadalupe: Toca el "corazón endurecido" de Donald Trump

Imagen de la Virgen de Guadalupe en la Basílica de Santa María de Guadalupe, en Ciudad de México. Foto: David Ramos / ACI Prensa.

El Arzobispo Primado de México, Cardenal Norberto Rivera, encomendó Nuestra Señora de Guadalupe, en su Fiesta, a los millones de migrantes que han abandonado el país hacia Estados Unidos, con la esperanza de un futuro mejor, y pidió que mueva el corazón de los estadounidenses para que los acojan, especialmente el del Presidente electo, Donald Trump.

En su oración, publicada por el semanario Desde la Fe, el Cardenal Rivera pidió la intercesión de la Virgen Morena del Tepeyac por México "que se hunde en el pantano de la corrupción y la pobreza, está enfermo de violencia y herido de injusticias".

"Conmueve el corazón de los violentos y pecadores, protege a las familias, conserva nuestra fe católica, da a nuestros gobernantes vocación de servicio, sacia nuestra hambre y sed de justicia, pues estamos bajo tu amparo, Santa Madre de Dios", expresó el Cardenal.

A continuación, el texto completo de la oración del Arzobispo Primado de México, Cardenal Norberto Rivera, a la Virgen de Guadalupe:

A ti, Santa Madre de Dios, te invocamos como consuelo de los afligidos, y en este día de tu fiesta bendita, te hemos traído, como si fuera una ofrenda, la aflicción de millones de tus hijos que emigraron a los Estados Unidos de América en busca de pan para su familia, de educación para enfrentar el futuro, de hospitalidad de aquellos que también algún día fueron forasteros, y que supieron formar una gran nación diversa en sus culturas.

Tus hijos que emigraron, Madre Piadosa, se llevaron el recuerdo de sus familias y pueblos, pero también te llevaron a ti. Por eso, hoy no hay templo católico en los Estados Unidos que no dé posada a tu bendita Imagen, porque eres patrona y emperatriz de México, y de todo el continente.

Tu Manto amoroso cruza océanos y cobija también a las Islas Filipinas, pero en realidad eres Madre de todos los cristianos, porque para tu amor no hay razas, no hay fronteras, no hay ricos o pobres, ni santos ni pecadores; tú abrazas a todos, tú nos consuelas a todos, amas como verdadera Madre, sin distinciones, pues sólo buscas la felicidad de tus hijos, y esa felicidad no está en este valle de lágrimas, sino en el cielo, en la salvación que nos da tu Hijo, en la verdad, la belleza y la libertad que sólo Dios nos puede dar.

¡Oh, Virgen Clementísima!, repite a tus hijos afligidos y amenazados esas palabras llenas de ternura y consuelo que le revelaste al humilde san Juan Diego: "¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿Por ventura no estás en mi regazo? ¿Qué más has de necesitar?".

Fortalece a los padres que se angustian ante la posibilidad de perder sus trabajos; consuela a las madres que temen ver separadas a su familias; da esperanzas a los jóvenes que no quieren abandonar sus estudios; anima a las familias que dependen económicamente del dinero que les envían sus seres queridos; da valor a los obispos norteamericanos para que defiendan a las ovejas que Dios les ha enviado; y a los obispos mexicanos concédenos el valor y la gracia para acompañarlos en la adversidad.

¡Oh, Madre Misericordiosa!, mueve el corazón de los norteamericanos para que den cabida a quienes, con su duro trabajo, han dado prosperidad a su país, y toca el corazón endurecido del nuevo Presidente Electo quien siendo cristiano –como él lo ha declarado–, no puede ver a los pobres y a los inmigrantes como enemigos, sino como hermanos con quienes debe ser tolerante, generoso y justo.

Pero nuestra súplica, ¡oh, Madre!, también va llena de aflicción por nuestro México, tu amado México, que se hunde en el pantano de la corrupción y la pobreza, está enfermo de violencia y herido de injusticias. Conmueve el corazón de los violentos y pecadores, protege a las familias, conserva nuestra fe católica, da a nuestros gobernantes vocación de servicio, sacia nuestra hambre y sed de justicia, pues estamos bajo tu amparo, Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te hacemos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todo peligro, ¡oh, Virgen Gloriosa y Bendita.

Dulce Niña del Tepeyac, madrecita de los mexicanos, acudimos a ti con rosas; bríndanos, Santa María de Guadalupe, tu bendita protección, tu dulce consuelo y esa paz tan deseada. Amén.

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