Cada 9 de diciembre la Iglesia celebra la memoria de Santa Narcisa de Jesús, “Narcisita”, joven ecuatoriana, laica y catequista, integrante de la familia dominica. Su espiritualidad personal, en palabras de San Juan Pablo II, “está basada en el escondimiento a los ojos del mundo, viviendo en la más profunda humildad y pobreza, ofreciendo al Señor sus penitencias como holocausto para la salvación de los hombres” (San Juan Pablo II, Homilia de la misa de beatificación de Santa Narcisa, 25 de octubre de 1992).
Entre las telas, los vestidos y el Catecismo
Narcisa de Jesús Martillo y Morán nació en Nobol, Guayas (Ecuador), el 29 de octubre de 1832, día de San Narciso de Jerusalén, de ahí su nombre. Sus padres fueron don Pedro Martillo Mosquera y doña Josefina Morán, una pareja de campesinos profundamente creyentes. Su madre falleció cuando Narcisa aún era muy joven, por lo que ella tuvo que hacerse cargo de sus hermanos menores.
Al cumplir los 15 años, Narcisa empezó a trabajar como costurera. El gusto que sentía por este hermoso oficio solo podía ser superado por el gozo de asistir a las clases de catecismo y aprender la doctrina católica. Con diligencia, la jovencita se empeñó en estar bien preparada para algún día catequizar a otras personas.
No pasaría mucho tiempo hasta que se convirtió en una excelente catequista, primero de sus hermanos y luego de los niños de su vecindario. Por aquellos días también comenzó a leer sobre la vida de Santa Mariana de Jesús (1618-1645), santa quiteña, aprendiendo su espiritualidad y enamorándose del ideal de la santidad.