Cada 7 de diciembre, la Iglesia Católica celebra a San Ambrosio, obispo de Milán, teólogo, Padre y Doctor de la Iglesia. Ambrosio fue hermano de Marcelina y Sátiro, también santos. Junto a San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio Magno, San Ambrosio de Milán integra el grupo de los cuatro Padres de la Iglesia latina.
El aporte de este santo a la Iglesia es inmenso, y lo es en varios aspectos. El que más se suele subrayar es el concerniente a la doctrina. La obra de Ambrosio transita por diversos campos de la teología: moral, vida ascética, espiritualidad, dogmática, exegética; y en todos ellos destaca por su magnificencia.
Entre sus escritos más conocidos se encuentran los célebres comentarios a los Salmos, el tratado sobre los misterios de Dios, y un conjunto de textos catequéticos sobre los sacramentos.
Con todo, quizás -si vale expresarlo así- el más grande “aporte” de Ambrosio fue haber intervenido personalmente en el proceso de conversión de San Agustín. La madre de este, Santa Mónica, le había pedido que se acerque a su hijo y lo oriente.
Al principio Agustín fue reticente, pero luego se sintió atraído por la sabiduría y elocuencia de Ambrosio. La solidez espiritual del obispo de Milán alimentó los cuestionamientos interiores del entonces joven y exitoso orador, quien terminó rindiéndose finalmente a la verdad de Dios.