ROMA,
La visita de Stephen Hawking al Vaticano a fines de noviembre provocó curiosidad, e incluso llevó a algunos a cuestionarse sobre qué exactamente estaba haciendo el astrofísico y autoproclamado ateo en el corazón de la Iglesia Católica.
Sin embargo, para el Vaticano la visita no era nada extraordinario. Hawking es un miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias –que incluye a 80 de los científicos más brillantes del mundo– y estaba en la Ciudad del Vaticano para su encuentro anual.
La conferencia de este año estaba enfocada en "Ciencia y Sostenibilidad". El propio Hawking dijo una charla sobre "El origen del universo", un tema sobre el que ha logrado reconocimiento mundial.
El credo –católico u otro– no es un criterio de membresía en la Pontificia Academia de las Ciencias. El presidente del grupo, Werner Arber, Premio Nobel de Medicina de 1978, es protestante. Y miembros de la Academia son católicos, ateos, protestantes y miembros de otras religiones.
Esta política de membresía abierta existe porque la Pontificia Academia de las Ciencias está concebida como un lugar donde la ciencia y la fe puedan encontrarse y discutir. No es un foro confesional, sino un lugar donde es posible tener una discusión abierta y examinar los futuros avances científicos.
La Academia fue fundada en 1603 por el príncipe Federico Cesi con la bendición del Papa Clemente VII, y su primer directivo fue Galileo Galilei. Cuando el príncipe Cesi murió, la Academia fue cerrada.