En cuanto a los detractores…, los detractores hablan mal de mí porque me lo merezco, porque soy un pecador: o al menos eso quiero pensar (risas). Aquello que no me hace pensar, no me preocupa. ¡Pero usted no se merece esto! No. Pero, por aquello que no sabe. Y así resuelvo el problema. Pero el adulador es…, no sé cómo se dice en italiano, es como el aceite…
¿Qué les responde a quienes, entre ellos muchos cristianos, piensan que la misericordia alarga las mangas de la justicia y entonces es injusta; a quienes piensan que la misericordia no puede ser la respuesta –por ejemplo– a quien nos persigue o quizás también por un miedo justificado, construye muros para defenderse en lugar de puentes?
Papa Francisco: Sí, al final existe el problema de la rigidez moral detrás de esto, ¿no? El hijo mayor era un rígido moral: 'Este ha gastado el dinero en una vida de pecado, no merece ser recibido así'. La rigidez: siempre el puesto del juez. Esa rigidez que no es la de Jesús. Jesús reprobará a los doctores de la Iglesia: mucho, mucho contra la rigidez.
Un adjetivo les dice a ellos que no querría que me dijese a mí: hipócrita. Cuántas veces Jesús dice este adjetivo a los doctores de la ley: hipócritas. Basta leer el capítulo 23 de Mateo: 'Hipócrita'. Y hacen teoría, la misericordia sí… pero la justicia es importante. En Dios –y también en los cristianos, porque está en Dios– la justicia es misericordiosa y la misericordia es justa. No se puede separar: es una cosa sola. ¿Y como se explica? Ve a un profesor de teología que te lo explique… Y después el Sermón de la Montaña, en la versión de Lucas, viene el Sermón de la llanura. ¿Y cómo termina? Sean misericordiosos como el Padre. No dice: sean justos como el Padre. ¡Pero es lo mismo!
Justicia y misericordia en Dios son una sola cosa. La misericordia es justa y la justicia es misericordia. Y no se pueden separar. Y cuando Jesús perdona a Zaqueo y va a almorzar con los pecadores, perdona a la Magdalena, perdona a la adúltera, perdona a la samaritana, ¿es un 'manga-ancha'? No. Hace la justicia de Dios, que es misericordia.
Y otra pregunta que le quería hacer es: ¿La experiencia de la misericordia nos obliga a decir algo también al mundo de las instituciones, de la política, de los estados?
Papa Francisco: Solo diré una palabra que he aprendido de un anciano sacerdote. Y me viene decirle 'anciano' aunque tiene 4 años menos que yo, pero para mí es un anciano, porque es un sabio. Es curioso: yo me siento pequeño, joven ante él porque tiene esta sabiduría de la ancianidad.
Y él ha enseñado una palabra sobre la enfermedad de este mundo, de esta época, de este tiempo: la cardioesclerosis. Creo que la misericordia es la medicina contra esta enfermedad, la cardioesclerosis, que está en la base de esta cultura del descarte: 'Pero esto no sirve, este anciano a la residencia de ancianos, este niño que viene, no, no, no: enviémoslo al remitente' y se descartan. 'No, tenemos que tomar esta ciudad en la guerra; ¿qué otra? Pero arrojamos las bombas. Donde caen: en los hospitales, en las escuelas… Son gente que se descarta.
Y en la base de esta cultura del descarte está la cardioesclerosis, que creo es una de las enfermedades más graves de este momento. La incapacidad de sentir ternura, de acercarse… el corazón duro… 'Yo debo ir sobre este tema y no me interesa lo demás'. Y no pienso en tantas cosas feas que se hacen en el camino para ir allí. No sé si le he respondido a la pregunta porque la he escuchado y he ido por este camino.
Siempre sobre la misericordia, hay una doble vía para pensar en un doble pensamiento: respetar al otro, respetar a uno mismo… En cualquier caso, ¿cuánto se puede respetar la relación entre miembros? ¿Cómo se puede construir un mundo más compasivo?
Papa Francisco: Pensemos en esta tercera guerra mundial que estamos viviendo, porque estamos en la tercera guerra mundial, aunque a trozos, ¿no? Aquí, aquí, aquí…, pero estamos en guerra. Se venden armas y las venden los fabricantes y traficantes de armas. Y se las venden a los dos bandos en guerra, porque se gana dinero, ¿no?, con el tráfico de armas… Hay una gran dureza de corazón, no hay ternura. El mundo de hoy necesita una revolución de la ternura. 'Pero, Dios…', dejémoslo ahí. Dios se hizo tierno, Dios se ha acercado a nosotros. Pablo dice a los filipenses: 'Jesús se despojó a sí mismo para acercarse a nosotros, se hizo hombre como nosotros'. Cuando hablamos de Cristo, no olvidamos la 'carne' de Cristo. Y este mundo tiene necesidad de esa ternura que sugiere a la carne acercarse a la carne sufriente de Cristo, no hacerle sufrir más. Creo que los Estados que están en guerra deben pensar bien que una vida vale mucho, y no decir: "Pero una vida no importa, me importa el territorio, me importa esto…". ¡Una vida vale más que un territorio! Y para los fabricantes de armas, para los fabricantes de armas la cosa que menos vale es una vida. Esta es una palabra que me decía un alemán: "Hoy, la cosa que menos vale es la vida".
La última pregunta Santidad: dentro de un mes cumplirá 80 años...
Papa Francisco: ¿Quién? ¿Yo? (risas)
Usted. Sus días, lo vemos, están siempre llenas de compromisos, los pensamientos seguramente no le faltan. A veces le vemos cansado y ni siquiera le vemos estresado alguna vez como lo estamos muchos de nosotros, que vivimos en una sociedad donde el estrés y también la depresión son enfermedades sociales. ¿Cómo lo hace? ¿Tiene algún secreto que quiera compartir?
Papa Francisco: ¿Hay un té especial? No sé cómo lo hago, pero… yo rezo: eso me ayuda mucho. Oro. La oración es una ayuda para mí, es estar con el Señor. Celebro la Misa, rezo el breviario, hablo con el Señor, rezo el Rosario… Para mí la oración ayuda mucho.
Después, duermo bien: es una gracia del Señor esta. Duermo como un tronco. El día de las réplicas del terremoto no he sentido nada. Todos lo han sentido, la cama que parecía bailar… No, de verdad, duermo seis horas, pero como un tronco. Quizás esto ayuda a la salud… Tengo mis cosas, ¿no? El problema de la columna que está bien de momento, y hago aquello
que puedo, no más. En ese sentido, me mido un poco. Pero no sé qué decirle. Es una gracia del Señor… no sé.
Gracias Santidad y felicidades adelantadas…
Papa Francisco: Gracias a ustedes por lo que hacen con la comunicación y la proclamación de la Palabra del Señor, los testimonios cristianos, de la vida de la Iglesia, de la vida de la gente, de la vida de los pobres, de la vida de esas personas que tienen más necesidad de nuestra ayuda. Y no olviden que la enfermedad más grande, hoy, es la cardioesclerosis y que requiere una revolución de la ternura.
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