Cada 26 de octubre, la Iglesia recuerda a San Alfredo el Grande, rey de Wessex (871-899), Inglaterra.
San Alfredo se hizo célebre por su espíritu caritativo y justo, así como por haber comandado la defensa de su pueblo contra la invasión de los vikingos. Confiado en sus dotes de líder y buen gobernante, se autoproclamó rey, siendo el primero de la casa de Wessex que reinó entre los anglosajones. Su natal Wessex fue uno de los siete reinos que después formarían parte de Inglaterra.
La historia le concedió el apelativo de “Magno” o “Grande”.
Estabilidad política y consecución de la paz
San Alfredo nació en el año 849 en Berkshire. Fue el hijo menor de Ethewulf, rey de Wessex, quien murió cuando Alfredo tenía nueve años. El hermano mayor del santo asumió el trono, pero murió dos años después; entonces lo sucedió el segundo de los hermanos, pero también murió; luego lo hizo el tercero, llamado Etelredo I.
Tras la muerte de este último en el campo de batalla, Alfredo tuvo que asumir el trono inevitablemente, iniciando una exitosa carrera pública y militar. Reorganizó las tropas sajonas y a la caballería, lo que permitió que derrotase finalmente a Guthrum el Viejo, jefe de los vikingos daneses.