VATICANO,
El Papa Francisco habló en la catequesis de la Audiencia General de unas de las obras de misericordia: dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento.
El Pontífice explicó que "la pobreza en abstracto no nos interpela, pero nos hace pensar, nos hace acusar; pero cuando tú ves la pobreza en la carne de un hombre, de una mujer, de un niño, ¡esto sí que nos interpela! Y por esto, esa costumbre que nosotros tenemos de huir de la necesidad, de no acercarnos o enmascarar un poco la realidad de los necesitados con las costumbres de la moda".
A continuación, el texto completo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Una de las consecuencias del llamado "bienestar" es aquella de llevar a las personas a encerrarse en sí mismas, haciéndolas insensibles a las exigencias de los demás. Se hace de todo para ilusionarlas presentándoles modelos de vida efímeros, que desaparecen después de algunos años, como si nuestra vida fuera una moda a seguir y cambiar en cada estación. No es así. La realidad debe ser acogida y afrontada por aquello que es, y muchas veces nos presenta situaciones de urgente necesidad. Es por esto que, entre las obras de misericordia, se encuentra el llamado al hambre y a la sed: dar de comer al hambriento – existen muchos hoy, ¡eh! – y de beber al sediento. Cuantas veces los medios de comunicación nos informan de poblaciones que sufren la falta de alimentos y de agua, con graves consecuencias especialmente para los niños.
Ante estas noticias y especialmente ante ciertas imágenes, la opinión pública se siente afectada y de vez en cuando se inician campañas de ayuda para estimular a la solidaridad. Las donaciones se hacen generosas y de este modo se puede contribuir a aliviar el sufrimiento de muchos. Esta forma de caridad es importante, pero tal vez no nos involucra directamente. En cambio cuando, caminando por la calle, encontramos a una persona en necesidad, o quizás un pobre viene a tocar a la puerta de nuestra casa, es muy distinto, porque no estamos más ante una imagen, sino somos involucrados en primera persona. No existe más alguna distancia entre él o ella y yo, y me siento interpelado.