MONTEVIDEO,
En Uruguay, un país que vive un profundo proceso de secularización de hace más de 100 años, existen solo cuatro lugares de presencia católica dentro de los centros hospitalarios públicos. Uno de ellos es la capilla del Hospital Pereira Rossell, que se ha convertido en una fuente de esperanza para miles de personas que llegan al complejo afectados no solo por dolores físicos sino también espirituales.
"En los enfermos encontramos el rostro de Cristo y el que no vive para servir no sirve para vivir", afirmó Miguel Zinola, diácono permanente desde hace 15 años y a quien en septiembre de 2015 el Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla, le pidió la misión de encargarse del servicio pastoral de la capilla.
Hace más de 70 años que la capilla ocupa un pequeño lugar en este gran centro hospitalario público de Montevideo, el de mayor capacidad de pacientes en Uruguay, donde se atienden mujeres, bebés y niños; y que cuenta con pabellones de pediatría, oncología infantil, maternidad, centro oncológico, entre otros.
Zinola, junto a un grupo de voluntarios, está "las 24 horas del día al servicio, porque cuando los enfermos necesitan algo no podemos decir 'voy mañana' o 'voy después'. Hacemos lo posible por estar siempre e ir acompañándolos en todo lo que se pueda".
En conversación con ACI Prensa, el diácono recordó conmovido "en noviembre de 2015, la llegada de una señora de 88 años, ciega, oncológica terminal y violada sexualmente. La acompañamos todo el tiempo, incluso festejamos con ella su cumpleaños 89, hasta que nosotros mismos le dimos cristiana sepultura meses después".
"Fue muy fuerte pero esperanzador, porque a pesar de todo el dolor que venía sufriendo partió dignamente a la casa del Padre", dijo Zinola.