TIFLIS,
El primer acto del Papa Francisco en su visita a Georgia fue el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático del país en el palacio presidencial de la capital, Tiflis.
Francisco hizo hincapié en la necesidad de la buena convivencia entre las distintas religiones y explicó las razones que le han llevado hasta este país. "Es preciso que todos se preocupen en primer lugar por la suerte de los seres humanos en su concreción y realicen con paciencia todo intento para evitar que las divergencias desemboquen en violencia, que puede causar enormes daños para el hombre y la sociedad", dijo.
A continuación, el texto completo del discurso del Pontífice:
Señor Presidente, Excelentísimas Autoridades, Ilustrísimos miembros del Cuerpo Diplomático, Señores y señoras
Agradezco a Dios Omnipotente el haberme dado la oportunidad de visitar esta tierra bendita, lugar de encuentro e intercambio vital entre culturas y civilizaciones, que ha encontrado en el cristianismo, desde la predicación de Santa Nino al inicio del siglo IV, su más profunda identidad y el fundamento seguro de sus valores. Como dijo san Juan Pablo II visitando vuestra Patria: «El cristianismo se ha convertido en semilla del sucesivo florecimiento de la cultura georgiana» (Discurso durante la ceremonia de bienvenida, 8 noviembre 1999), y esta semilla sigue produciendo sus frutos.
Al recordar con gratitud nuestro encuentro en el Vaticano el año pasado, y las buenas relaciones que Georgia siempre ha mantenido con la Santa Sede, le agradezco vivamente a usted, Señor Presidente, su amable invitación y las amables palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de las autoridades del Estado y de todo el pueblo georgiano La historia multisecular de vuestra patria manifiesta la raigambre en los valores expresados por su cultura, por su lengua y por sus tradiciones, incluyendo al país plenamente y de modo profundo y peculiar en el ámbito de la civilización europea; y, al mismo tiempo, como muestra su posición geográfica, es casi un puente natural entre Europa y Asia, una bisagra que facilita las comunicaciones y las relaciones entre los pueblos, y que a lo largo de los siglos ha hecho posible tanto el comercio como el dialogo y la confrontación de las ideas y de las experiencias entre mundos diferentes. Como recita con orgullo vuestro himno nacional: «Mi icono es mi Patria, […] resplandecientes montañas y valles son compartidos con Dios». La Patria es como un icono que define la identidad, traza los rasgos y las huellas de la historia, mientras que las montañas, elevándose libres hacia el cielo, en vez de ser una muralla infranqueable, dan esplendor a los valles, los diferencian y los coloca en relación, haciendo a cada una diferente de la otra y todas asociadas con el cielo común que las cubre y las protege.