Cada 10 de julio se recuerda a San Cristóbal de Licia, figura prominente en la historia del cristianismo de los primeros siglos. Y aunque las dificultades para conocerlo y entender su papel histórico son reales, se sabe con bastante certeza que vivió durante el gobierno de Decio, tercer emperador romano, alrededor del año 250.
La historia
Una famosa leyenda, bien conocida en Occidente y que podría haberse inspirado tanto en historias reales de mártires cristianos como en algún personaje de la mitología griega, cuenta cómo Reprobus, al que la tradición bautizaría como “Cristóbal”, llevó sobre sus hombros a un niño desconocido a través de un río caudaloso. El niño le había pedido ayuda para cruzar las aguas puesto que la corriente era muy fuerte.
Cristóbal andaba siempre cerca del río dado que ayudaba habitualmente a cualquiera que quisiera cruzarlo. Este era un servicio que hacía a sugerencia de un ermitaño al que le había preguntado cómo podía servir a Cristo, su Señor.
A la gran mayoría de viajeros le era imposible sobreponerse al caudal, mientras que a Cristóbal le resultaba más fácil cruzar que al resto, dada su fuerza y altura -se dice que medía más de dos metros-. Así que Cristóbal se la pasaba yendo, una y otra vez, de un lado al otro.
Una vez que dejó al niño en la orilla contraria, antes de desaparecer, este le reveló que era Cristo, a quien él intentaba ayudar, ayudando a otros.