VATICANO,
El Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, envió una carta al Papa Francisco con ocasión de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo para expresarle fraternalmente su saludo y asegurarle sus oraciones para que el Señor lo fortalezca "por el bien de la Iglesia y la unidad de los cristianos, así como para beneficio de la humanidad tan afligida".
Bartolomé es recordado por tres eventos importantes en los que participó junto a su amigo el Papa Francisco: en noviembre de 2014 lo bendijo con un beso en la cabeza luego de la oración ecuménica en la iglesia de San Jorge en Estambul (Turquía), lo acompañó en la oración por la paz entre Israel y Palestina realizada en el Vaticano en junio de ese mismo año, y firmaron en Tierra Santa una declaración conjunta en mayo de 2014 sobre la unidad de los cristianos.
El Patriarca Ecuménico agradeció la visita que Francisco hizo a la isla de Lesbos el 16 de abril, donde se encontraron también con el Arzobispo de Atenas y de toda Grecia, Jerónimo, para apoyar y dar esperanza a los refugiados y migrantes que llegan huyendo de la guerra en Medio Oriente, que ha ocasionado la más grande crisis humanitaria desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Entre las víctimas, recordó, están las poblaciones cristianas originarias de Oriente.
Además, dijo que esta crisis de refugiados ha demostrado que para afrontarla, Europa debe recurrir a los antiguos principios cristianos de fraternidad y justicia social. "Reconocemos que la civilización europea no puede ser comprendida sin referencia a sus raíces cristianas y que su futuro no puede ser como una sociedad enteramente secularizada o sujetada a la economía y varias formas de fundamentalismo", señaló.
En su carta, Bartolomé I también agradeció a Francisco por su encíclica Laudato Si', la cual "ha hecho amables referencias a las iniciativas ecológicas de Patriarcado Ecuménico, así como nuestro énfasis de las raíces espirituales y morales de la crisis ecológica".
"Su Santidad y querido Hermano, hemos sido bendecidos como guardianes de tradiciones invaluables de amor divino y caridad humana, herederos también de verdades vitales pertenecientes a los seres humanos como ciudadanos del mundo y ciudadanos del cielo, las cuales estamos obligados a preservar en su integridad, permaneciendo fieles al Señor que 'no vino para ser servido, sino para servir'", expresó el Patriarca.