CIUDAD DE MÉXICO,
En el marco del II Congreso Eucarístico Arquidiocesano (IICEA) en Ciudad de México, el P. Alberto Anguiano García abrió la jornada del 8 de junio con la ponencia "Eucaristía, Ofrenda de Amor: alegría y vida de la familia y del mundo" en la que reflexionó sobre la parábola del Hijo Pródigo.
El sacerdote explicó que el hijo que se queda en la casa del Padre no sabe bien por qué lo hace ni por qué es obediente y desganado. "Se ignora que el sabor de la vida no solo radica en los quehaceres, sino también en la capacidad interior de disfrutarlos", resaltó.
En su opinión, "lo mismo sucede en la Misa, que no es asumida por muchos como una obligación: de lejos oímos la música y las lecturas; es decir, que no entramos de lleno en la celebración. ¡Cuánto pesa la Misa cuando se vive con los dientes apretados y un sabor de amargura en el paladar!"
El P. Anguiano explicó que es importante reeducar la manera de desear y gozar: "estamos confundiendo el gusto con la felicidad, cuando son cosas diferentes: la felicidad no está en el gusto, sino en nuestra capacidad de saborear el alimento. Así, cuando vayamos a Misa, no hagamos de nuestras celebraciones las de un difunto, sino que vivamos al ritmo de la música del Padre, que está hecha de su amor, su alegría y su misericordia".
En la parábola, prosiguió, también está la figura del Padre que busca a sus hijos y cuando los encuentra "hace fiesta (…) los abraza alegre y misericordioso".
"Si nosotros no experimentamos la experiencia de este Padre que viene e nuestro encuentro y nos ruega participar en su fiesta, sentiremos a este Padre como un simple patrón, y no tendremos la capacidad para poder participar de su alegría", concluyó.