Cada 23 de mayo, la Iglesia celebra a San Juan Bautista Rossi (1698, Génova - 1764, Roma), sacerdote italiano que consagró su vida a llevar el perdón y la misericordia de Dios a todas las gentes, especialmente las más necesitadas de la misericordia de Dios. Fue así como Juan Bautista entendió su ministerio sacerdotal, valiéndose, de manera particular, del sacramento de la reconciliación.
Una nueva vida: ¡A por el cielo!
El Padre Rossi se esforzó en ser un buen confesor: cálido, amable y preciso en el consejo espiritual -virtudes imposibles de lograr si no se es dócil a la gracia-. En el confesionario, quien confiesa y absuelve, así como quien se acerca en busca del perdón, ambos, son objeto del amor de Dios que espera que seamos mejores personas, más santos, y que alcancemos el cielo.
San Juan Bautista Rossi adquirió una sensibilidad especial para reconocer cuánto sufre un alma que se ha apartado de Dios, cuanto daño se hace a sí misma y cuánto daño hace a los demás por el impacto del pecado, de tal forma que se obligaba a escuchar diligentemente a cada persona que se arrodillaba a su costado. Juan Bautista no quería fallarle a Jesús. Administrar el amor y el perdón de Dios son labores que sobrepasan nuestra naturaleza sin duda, pero que Dios ha deseado compartir para que ninguno de sus hijos se pierda.
Compartiendo el gozo de saberse perdonado
Alguna vez el santo afirmó: "Antes yo me preguntaba cuál sería el camino para lograr llegar al cielo y salvar muchas almas. Y he descubierto que la ayuda que yo puedo dar a los que se quieren salvar es confesarlos. Es increíble el gran bien que se puede hacer en la confesión".