Hoy, 5 de mayo, la Iglesia celebra el Sexto Domingo de Pascua. Han pasado cinco semanas desde el gran domingo en que celebramos la Resurrección del Señor y empezamos el tramo final de la ‘Cincuentena’. En esta ocasión la Iglesia nos invita a profundizar en el sentido auténtico de la alegría, que viene al cumplir los mandamientos de Dios, pues estos brotan de su amor infinito por nosotros: “Esto es lo que les mandó: que se amen los unos a los otros [como yo os he amado]” (ver: Jn 15, 17).
Solo Jesús es capaz de enseñar qué es el amor verdadero, en toda su plenitud. ¿Cómo es posible vivir ese amor? ¿No es acaso una ilusión o algo inalcanzable? ¿No está el mundo como está y un ideal semejante no parece estar desprovisto de todo realismo? La respuesta de Jesucristo, Dios hecho hombre, es no. Él mismo nos ha mostrado el camino: cumplir los mandamientos de Dios. Ciertamente somos pecadores, pero, si nos unimos a Él como Él está unido al Padre, todo es posible. Esa es la contraparte del “sin mí, nada podéis hacer” (Jn 15, 5) de la semana anterior.
Repitamos hoy el coro del Salmo con confianza y alegría: “El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya” (Sal 97, 1.2-3ab.3cd-4). Y que a cada día de esta semana no le falte un ¡Aleluya!
VI Domingo de Pascua
La lectura del Evangelio está tomada del relato de San Juan (Jn 15, 9-17), quien prosigue el recuento de esos dichos de Jesús que podríamos llamar su legado más íntimo, entregado a sus apóstoles y que gracias al discípulo amado podemos conocer con una precisión y profundidad inigualables.
Primero Jesús se presentó a sí mismo como el Buen Pastor; luego, como “la vid verdadera”. Hoy nos recordará cuál es el mandamiento más grande: “‘... ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Pero, ¿no será esto excesivo? ¡Cuidado! no desesperemos. Lo que nos falte de amor, basta pedirlo: Dios Padre está dispuesto a concederlo. No obstante, hay una condición -irreprochable, por demás-: cumplir los mandamientos de Dios, es decir, ser obedientes. Si alguien cree que esto recorta la libertad, está equivocado. La obediencia amorosa libera las peores esclavitudes. Cumplir los mandamientos nos hace permanecer en el amor de Dios y eso trae alegría, paz, seguridad y gozo. Y, si alguien cree que esto es ilusión, que Dios le ayude a darse cuenta de que amarlo es la clave para amarse a uno mismo y amar a los demás con salud y solidez. Jesús nos llama “amigos y no siervos”, y por eso dice que “no hay nada que nos haya sido ocultado… porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre”. El Señor, finalmente, invita a pedir en su nombre lo que necesitemos y Él lo concederá.