Hoy, 28 de abril, la Iglesia celebra el Quinto Domingo de Pascua. Han pasado cuatro semanas desde el gran domingo en que celebramos la Resurrección del Señor y en esta ocasión la Iglesia nos invita a profundizar en la importancia de permanecer unidos a Jesús, a quien el Evangelio presenta como “la vid” verdadera, sin la cual, nosotros, los sarmientos o ramas, “nada pueden hacer (Jn 1, 5).
Jesús, centro y razón de ser de la Pascua y de la vida del cristiano, se presenta como "la verdadera vid” y llama a Dios Padre “el viñador”. Nosotros, los seres humanos, somos “los sarmientos” o ramas, cuya existencia no puede explicarse sin la presencia del árbol -el tronco y las raíces firmes de la vid- y de quienes Dios espera fruto abundante porque nos ama con amor infinito.
Perseveremos, pues, en el camino que Jesús nos ha enseñado. Que en el resto del Tiempo Pascual sigamos compartiendo con todos el gozo de la resurrección del Señor y demos muchos frutos de amor, caridad, justicia y fidelidad a la Verdad.
Que a cada día de la semana no le falte un ¡Aleluya!
V Domingo de Pascua
La lectura del Evangelio está tomada del relato de San Juan (Jn 15, 1-8) quien recoge otro discurso de Jesús -el domingo anterior se presentó a sí mismo como el Buen Pastor que da la vida por las ovejas-. Hoy, Jesús ha elegido otra elocuente y hermosa comparación: la vid y los sarmientos. Dice el Señor: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto”. La vid es una “planta vivaz y trepadora… con tronco retorcido, vástagos muy largos, flexibles y nudosos, cuyo fruto es la uva” (DLE-RAE). La vid gozaba entre los judíos -igual que en otros muchos pueblos- del mayor de los prestigios: la uva sirve para producir vino. Por su parte, los sarmientos -cuyas peculiares características los distinguen claramente del tronco en el que brotan- soportan las hojas y los racimos.