Cada 21 de abril la Iglesia Católica celebra a San Anselmo de Canterbury, monje benedictino del siglo XI nacido en Aosta (Italia), quien llegaría a ocupar la sede de Canterbury, en Inglaterra, donde fue arzobispo entre 1093 y 1109.
Doctor Magnificus
El Papa Benedicto XVI describía a Anselmo como un hombre movido por un intenso amor al conocimiento, y, al mismo tiempo, un pensador muy consciente de las limitaciones humanas: “La tradición cristiana [le] ha dado el título de ‘doctor magnífico’, porque cultivó un intenso deseo de profundizar en los misterios divinos, pero plenamente consciente de que el camino de búsqueda de Dios nunca se termina, al menos en esta tierra”.
San Anselmo de Aosta -como también se le conoce- fue un destacado teólogo y filósofo, considerado “padre de la escolástica” y “fundador de la teología escolástica” (la escolástica fue un movimiento cultural y educativo que se sostiene en el principio de que la fe y la razón no son incompatibles). Fue proclamado Doctor de la Iglesia en el siglo XVIII en virtud a su brillante itinerario intelectual y espiritual, en el que logró establecer con maestría los puentes que unen a la fe y razón, o a la teología con la filosofía.
Como teólogo, se le recuerda por su defensa de la Inmaculada Concepción y la Encarnación; y, como filósofo, por el desarrollo del célebre “argumento ontológico” para demostrar la existencia de Dios.
"Dios, te lo ruego, quiero conocerte, quiero amarte y poder gozar de ti. Y si en esta vida no soy capaz de ello plenamente, que al menos cada día progrese hasta que llegue a la plenitud" (San Anselmo, Proslogion, cap. 14).