VATICANO,
El Papa Francisco ofreció una nueva catequesis sobre la misericordia en la Audiencia General de este miércoles. En esta ocasión, habló del amor de Dios por los pecadores y recordó que no condena a nadie si uno reconoce su error.
A continuación, el texto completo de la catequesis gracias a Radio Vaticano:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy queremos detenernos en un aspecto de la misericordia bien representado en el pasaje del Evangelio de Lucas que hemos escuchado. Se trata de un hecho sucedido a Jesús mientras era huésped de un fariseo de nombre Simón. Ellos habían querido invitar a Jesús a su casa porque había escuchado hablar bien de Él como un gran profeta. Y mientras estaban sentados almorzando, entra una mujer conocida por todos en la ciudad como una pecadora. Esta, sin decir una palabra, se pone a los pies de Jesús y rompe en llanto; sus lágrimas lavan los pies de Jesús y ella los seca con sus cabellos, luego los besa y los unge con un aceite perfumado que ha traído consigo.
Resalta la confrontación entre las dos figuras: aquella de Simón, el celoso servidor de la ley, y aquella de la anónima mujer pecadora. Mientras el primero juzga a los demás por las apariencias, la segunda con sus gestos expresa con sinceridad su corazón. Simón, no obstante habiendo invitado a Jesús, no quiere comprometerse ni involucrar su vida con el Maestro; la mujer, al contrario, se abandona plenamente a Él con amor y con veneración.
El fariseo no concibe que Jesús se deja "contaminar" – entre comillas ¡Eh! – por los pecadores. Así pensaban ellos, ¡eh! Él piensa que si fuera realmente un profeta debería reconocerlos y tenerlos lejos para no ser contaminado, como si fueran leprosos. Esta actitud es típica de un cierto modo de entender la religión, y está motivada por el hecho que Dios y el pecado se oponen radicalmente. Pero la Palabra de Dios enseña a distinguir entre el pecado y el pecador: con el pecado no es necesario hacer compromisos, mientras los pecadores – es decir, ¡todos nosotros! – somos como enfermos, que necesitan ser curados, y para curarse es necesario que el medico los acerque, los visite, los toque. ¡Y naturalmente el enfermo, para ser sanado, debe reconocer tener necesidad del médico!