ROMA,
El último misionero en entrar a Japón se llamaba Gianni Battista Sidotti (o Sidoti), era un sacerdote de Sicilia (Italia) e ingresó al país asiático cuando este ya había cerrado sus puertas a los extranjeros y el catolicismo fue prohibido. El P. Sidotti no regresó a Europa. Si bien sus restos fueron hallados hace dos años, recién ha sido confirmada su autenticidad por las autoridades japonesas.
Por ello, en el año en que el Papa Francisco aprobó la beatificación del "Samurai de Cristo" Justo Takayama, el descubrimiento de los restos del "último misionero del país", tiene un valor aún más simbólico.
No se habría sabido nada sobre el P. Sidotti si no fuese por un manuscrito que hablaba de él y que fue hallado hace 150 años aproximadamente. Este documento fue redactado por el consejero del shogun, Arai Hakuseki, que lo había interrogado.
El sacerdote nació en 1688 y luego de haber oído los relatos del martirio de los cristianos en Japón pidió al Papa Clemente XI ser enviado allá como misionero. El permiso le fue concedido.
Primero llegó a Manila en Filipinas donde esperó hasta que una nave lo pudiera llevar a Japón. Tuvo éxito en 1708 y arribó en Yakushima vestido como un samurai. Pero fue descubierto porque tenía las características físicas de un europeo. Pronto fue capturado, llevado a Nagasaki y luego a Edo, donde fue interrogado precisamente por Arai Hakuseki.