21 de noviembre de 2024 Donar
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Pío XII apoyó en secreto complots para derrocar a Adolf Hitler, revela libro

Adolf Hitler. Foto: Das Bundesarchiv (CC-BY-SA 3.0) / Papa Pío XII. Foto: Dominio Público - Wikipedia.

El apoyo secreto del Papa Pío XII a intentos de derrocar al dictador nazi Adolf Hitler es el tema de un nuevo libro, que aborda documentos de guerra y entrevistas con el agente de inteligencia estadounidense que los escribió. Titulado "La Iglesia de los Espías: La guerra secreta del Papa contra Hitler", el libro fue publicado este año en español por la editorial Stella Maris.

"Este libro es la verdad –lo mejor que pude plantearla en varios años de investigación– sobre las operaciones secretas del Papa en la Segunda Guerra Mundial", aseguró el historiador Mark Riebling a ACI Prensa.

La principal premisa del libro, explicó, "es que Pío decidió resistir a Hitler con una acción encubierta en vez de protestar abiertamente. Como resultado, se involucró en tres diferentes complots de los disidentes alemanes para eliminar a Hitler".

"Pensé que esta idea –que la Iglesia esté involucrada en operaciones secretas durante los años más sangrientos en la historia, en la parte más controversial de su historia reciente– no era solo una nota al pie de página, era algo que valía la pena investigar", dijo.

A fines de la década de 1990, el debate sobre si Pío XII hizo suficiente para combatir a los nazis alcanzó el punto más alto con la publicación del libro profundamente controversial "El Papa de Hitler", del periodista británico John Cornwell.

Ese texto fue muy crítico con Pío XII, acusándolo de sostener un silencio culpable –si no cómplice– durante el auge del nazismo, cuando en verdad ayudó a salvar a más de 800 mil judíos en este periodo.

"Si lees la más fieras críticas de la Iglesia en la época nazi, todas las principales admiten que Pío XII odiaba a Hitler y trabajó secretamente para derrocarlo", dijo Riebling. Sin embargo, criticó, "dicen esto en sus libros en solo una cláusula, una oración o un párrafo. Para mí, este episodio merecía más investigación".

Riebling dijo que había varias fuentes de inspiración para su libro. Durante su crianza católica, aprendió la antigua historia de la Iglesia: en sus primeros siglos, el cristianismo fue una organización clandestina. En la Inglaterra de la post-reforma, los jesuitas estuvieron involucrados en trabajos clandestinos.

Esta historia lo llevó a preguntarse cómo un historiador lo documentaría y encontraría evidencia. También se inspiró en la historia de James Jesus Angleton, un famoso agente de inteligencia estadounidense que ejecutó una operación durante la Segunda Guerra Mundial para infiltrar el Vaticano.

Durante su investigación para un libro previo, sobre la "guerra secreta entre el FBI y la CIA", Riebling descubrió documentos de guerra que relacionaban al Papa Pío XII con intentos de derrocar a Hitler.

"Había al menos diez documentos implicando a Pío XII y sus consejeros más cercanos en no solo uno, sino realmente tres complots para eliminar a Hitler –que se extienden de 1939 hasta 1944. Estos fueron mecanografiados por alguien que usaba un apodo muy inconfundible".

El apodo, "Rock", pertenecía a Ray Rocca. Rocca trabajó como sustituto de Angleton en Roma. Su carrera para la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) incluyó la responsabilidad de grabaciones correspondientes al asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963.

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"Así que aquí está un tipo que había estado en el Vaticano; que había estado a cargo de infiltrar el Vaticano; y que sabía una o dos cosas sobre casos de asesinatos. Pensé: Aquí hay un tipo interesante para conocer", dijo Riebling.

Rocca no violó su juramento de secreto, pero sus entrevistas con Riebling están entre las fuentes del libro.

De acuerdo a Riebling, su libro no denuncia que el Papa "trató de matar a Hitler". Las acciones del Papa fueron más sutiles.

"Pío se convierte en una pieza clave en las conspiraciones para eliminar a un gobernante que es una suerte de anticristo, porque las buenas personas piden su ayuda, y él busca en su conciencia, y acepta convertirse en un intermediario para los conspiradores –una suerte de agente extranjero–, y por tanto se convierte en un cómplice de sus complots".

El historiador describió estas acciones como "algunos de los eventos más asombrosos en la historia del papado".

Pío XII tuvo conexiones con tres complots contra Hitler. El primero, de octubre de 1939 a mayo de 1940, involucró a conspiradores militares alemanes. De fines de 1941 a la primavera de 1943, una serie de complots que involucraron a jesuitas alemanes culminaron cuando una bomba plantada en el avión de Hitler no explotó.

El tercer complot involucró a jesuitas alemanes y también al coronel militar alemán Claus von Stauffenberg. Aunque el coronel exitosamente plantó una bomba cerca al dictador nazi, no logró matar a Hitler.

Los sacerdotes tuvieron que escapar tras el atentado fallido. Aquellos que no lograron escapar fueron ejecutados.

Los nazis miraron con sospecha a Pío XII desde su elección en 1939. "Él trabajó duro para disipar esas sospechas, para minimizar las persecuciones a católicos alemanes. Pero los nazis nunca bajaron la guardia", lamentó Riebling.

En un punto, Hitler planeó invadir el Vaticano, secuestrar al Papa y llevarlo a Alemania. El líder nazi Heinrich Himmler "quería realizar una ejecución pública del Santo Padre para la inauguración de un nuevo estadio de fútbol", dijo Riebling.

"Pío se dio cuenta de estos planes, a través de sus agentes papales secretos; y, en mi opinión, eso influenció la decisión del Santo Padre para involucrarse con la resistencia anti-nazi".

Para Riebling, los complots de asesinar a Hitler fueron una admisión de debilidad, "porque es decir que no podemos resolver el problema de otra forma".

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"Sabiendo lo que sé sobre Pío XII, y habiéndolo investigado durante muchos años, creo que él quería ser santo. Quería que el pueblo de Alemania sea santo", añadió.

"Cuando él escuchaba que un sacerdote fue arrestado por rezar por los judíos y enviado a un campo de concentración, decía 'quisiera que todos hicieran eso'". Esto no lo hizo en público, reconoció el historiador, sino que lo expresó en una carta secreta a los obispos alemanes.

Publicado originalmente en CNA. Traducido por David Ramos.

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