18 de noviembre de 2024 Donar
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Papa Francisco: La Iglesia no necesita dinero sucio, sino corazones abiertos a Dios

El Papa saluda a los fieles en la Audiencia. Foto: Daniel Ibáñez/ ACI Prensa

La catequesis del Papa Francisco este miércoles en la Audiencia General trató la figura de Dios Padre que "ama a sus hijos, los ayuda, los cuida, los perdona".

El Pontífice aseguró que "el pueblo de Dios, es decir la Iglesia, no necesita dinero sucio, necesita de corazones abiertos a la misericordia de Dios".

"Es necesario acercarse a Dios con manos purificadas, evitando el mal y practicando el bien y la justicia" y "como padre, los educa y los corrige cuando se equivocan, favoreciendo su crecimiento en el bien", añadió.

En la Plaza de San Pedro, el Pontífice comentó un texto del profeta Isaías en el que habla de "un padre afectuoso pero también atento y severo, que se dirige hacia Israel acusándolo de infidelidad y de corrupción, para llevarlo sobre la vía de la justicia".

"Dios, mediante el profeta, habla al pueblo con la amargura de un padre decepcionado: ha hecho crecer a sus hijos, y ahora ellos se han revelado contra Él", afirmó.

"El pueblo no reconoce más a Dios" pero "Dios deja de hablar del amor y apela a la conciencia de estos hijos degenerados para que se arrepientan y se dejen amar de nuevo". Y esto "es lo que hace Dios: viene a nosotros para amarnos", agregó.

Francisco recordó que en la Biblia se habla a menudo de la relación entre un padre y su hijo para mostrar la "alianza entre Dios y su pueblo". "La misión educativa de los padres mira a hacerlos crecer en la libertad, a hacerlos responsables, capaces de realizar obras de bien para sí mismos y para los demás", explicó.

Sin embargo, "a causa del pecado, la libertad se convierte en una reivindicación de autonomía y el orgullo lleva a la contraposición y a la ilusión de autosuficiencia", dijo en la catequesis.

El Santo Padre destacó que Dios lo llama "mi" pueblo: "Dios no reniega nunca de nosotros". "Esta pertenencia debería ser vivida en la confianza y en la obediencia, con la conciencia de que todo es un don que viene del amor del Padre", pero en lugar de esto aparece "la vanidad, la necedad y la idolatría".

Ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa afirmó que "la consecuencia del pecado es un estado de sufrimiento, del que sufre las consecuencias también el país, devastado y convertido en un desierto, hasta el punto de que Sión se transforma en inhabitable".

"Donde existe el rechazo de Dios, de su paternidad, no hay más vida posible, la existencia pierde sus raíces, todo aparece pervertido y alienado".

"La prueba es dada para que el pueblo pueda experimentar la amargura de quien abandona a Dios, y entonces confrontarse con el vacío desolado de una elección de muerte".

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En definitiva, "el sufrimiento, consecuencia inevitable de una decisión autodestructiva, debe hacer reflexionar al pecador para abrirlo a la conversión y al perdón". Este "es el camino de la misericordia divina: Dios no nos trata según nuestras culpas".

"El castigo se hace instrumento para provocar a la reflexión, se comprende así que Dios perdone a su pueblo" porque "deja abierta siempre la puerta a la esperanza".

El Papa también manifestó que "la salvación implica la decisión de escuchar y dejarse convertir, pero permanece siempre como don gratuito".

"El Señor, en su misericordia, indica un camino que no es la de los sacrificios rituales, sino la justicia". "El culto es criticado no porque sea inútil en sí mismo, sino porque, en vez de expresar la conversión, pretende sustituirla; y se convierte así en búsqueda de la propia justicia, creando falsas convicciones que sean los sacrificios a salvar, no la misericordia divina que perdona el pecado".

"Para entenderla bien: cuando alguien está enfermo va al médico; cuando uno se siente pecador va al Señor. Pero en vez de ir al médico, va al curandero no sana. Muchas veces preferimos ir por caminos equivocados, buscando una justificación, una justicia, una paz que nos es donada como don del propio Señor si no vamos y lo buscamos a Él".

Francisco explicó que "Dios, dice el profeta Isaías, no le agrada la sangre de toros y de corderos sobre todo si la ofrenda es hecha con las manos manchadas por la sangre de los hermanos".

Sobre el dinero, volvió a decir que "yo pienso en algunos benefactores de la Iglesia que vienen con sus ofrendas –"Tome para la Iglesia esta ofrenda"– es fruto de la sangre de tanta gente explotada, maltratada, esclavizada con el trabajo mal pagado. Yo diré a esta gente: 'Por favor, llévate tu dinero, quémalo'.

Antes de concluir, el Santo Padre recordó a los refugiados "que desembarcan en Europa y no saben a dónde ir". "Entonces, dice el Señor, los pecados, incluso si fueran como la escarlata, se harán blancos como la nieve, y cándidos como la lana, y el pueblo podrá nutrirse de los bienes de la tierra y vivir en la paz".

"Es este el milagro del perdón que Dios; el perdón que Dios como Padre, quiere donar a su pueblo. La misericordia de Dios es ofrecida a todos, y estas palabras del profeta valen también hoy para todos nosotros, llamados a vivir como hijos de Dios". 

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