VATICANO,
Pese a tener una "leve indisposición", el Papa Francisco presidió esta mañana la Misa en la capilla de la Casa Santa Marta y reflexionó sobre el pasaje bíblico del hombre rico que banqueteaba todos los días y el pobre Lázaro que, cubierto de llagas, esperaba a su puerta.
Este texto, señala el Papa, permite que al leerlo uno se pregunte "si yo soy un cristiano en el camino de la mentira, solamente del 'decir', o soy un cristiano en el camino de la vida, es decir, de las obras, del hacer".
"¿Yo estoy en el camino de la vida o en el camino de la mentira? ¿Cuántas cerrazones tengo en mi corazón todavía? ¿Dónde está mi alegría: en el hacer o en el decir? ¿En el salir de mí mismo para ir al encuentro de los demás, para ayudar? ¡Las obras de misericordia, eh! ¿O mi alegría es tener todo arreglado, encerrado en mí mismo?", cuestionó el Santo Padre.
El hombre rico, explicó el Papa, "era un hombre cerrado, encerrado en su pequeño mundo –el mundo de los banquetes, de los vestidos, de la vanidad, de los amigos– un hombre encerrado, precisamente en una burbuja, allí, de vanidad".
"No tenía capacidad de mirar más allá, solamente a su propio mundo. Y este hombre no se daba cuenta de lo que sucedía fuera de su mundo cerrado. No pensaba, por ejemplo, en las necesidades de tanta gente o a la necesidad de compañía de los enfermos, solamente pensaba en él, en sus riquezas, en su buena vida".
Era un "religioso aparente, no conocía alguna periferia, estaba completamente cerrado en sí mismo. Precisamente la periferia, que estaba cerca de la puerta de su casa, no la conocía".