CIUDAD JUÁREZ,
Évila Quintana Molina fue la encargada de dar su testimonio en representación de los presos, hombres y mujeres, del Centro de Readaptación Social (Cereso) número 3 en Ciudad Juárez. Sus palabras emocionaron a todos, también al Papa Francisco y a continuación las reproducimos íntegramente.
[Puede leer la historia de esta madre aquí]
Muy buenos días, antes de iniciar mi intervención quiero darle la bienvenida a todos los que hoy nos acompañan en la gran alegría de recibir al Santo Padre.
Santo Padre, Francisco, es para mí un honor ser la voz que representa los miles de hombres y mujeres que nos encontramos tras los muros y rejas de una prisión enfrentando procesos o cumpliendo alguna sentencia que por errores o malas decisiones cometidas en el pasado nos trajeron a este lugar.
Su presencia en este centro es un llamado a la obra de misericordia para los internos de una prisión y sus familias. Es también un llamado para aquellos que se olvidaron de que aquí hay seres humanos pues aunque seamos transgresores de la ley del hombre y pecadores, la mayoría de nosotros tenemos la esperanza de la redención y en algunos casos la voluntad de conseguirla. Y es justo en estos lugares donde se pone a prueba tu fe, la fortaleza de tu espíritu.
Desde este lugar donde no importa quién eres del otro lado de los muros, donde tu compañero de celda se convierte en parte de tu familia, donde compartes la mesa con extraños que se harán parte de tus días y donde todos somos iguales hasta en nuestra vestimenta, así como somos iguales ante los ojos de Dios. Esta experiencia nos va transformando.