17 de noviembre de 2024 Donar
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Papa a presos en Juárez: No podía irme sin celebrar con ustedes Jubileo de la Misericordia

El Papa saluda a una detenida en la cárcel. Foto: Captura Youtube

El Papa Francisco visitó hoy en la fronteriza Ciudad Juárez en el estado de Chihuahua, al norte del país, una cárcel que tiene en total 3.000 detenidos hombres y 200 mujeres.

En el discurso que les dedicó señaló que las cárceles "son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que ha ido abandonando a sus hijos" y animó a los reclusos a continuar hacia adelante mirando a Cristo en la cruz.

Ciudad Juárez es también famosa porque está junto a la frontera de Estados Unidos, donde se encuentra El Paso en el estado de Texas. El Santo Padre llegó a ella a las 9:54 a.m.

Desde el Aeropuerto Internacional "Abraham González", el Papa se desplazó en papamóvil hasta la cárcel CERESO número 3. A lo largo de todo el recorrido y como en los días precedentes, miles de fieles recibieron con vítores el Pontífice, quien no dejó de sonreír.

En el encuentro participaron 700 reclusos, 250 familiares de internos y 50 miembros de la pastoral penitenciaria y 50 personas de la fiscalía responsable de las penitenciarías de Chihuahua.

La cárcel es parte de un proyecto de reinserción de los institutos penales del Estado de Chihuahua que destaca por el respeto a los estándares internacionales en materia carcelaria.

A su llegada, Francisco recorrió un pequeño espacio en el que se encontraba un pequeño grupo de familiares de reclusos y desde ahí alcanzó el patio principal del centro, donde fue acogido por el director de la prisión.

Después, y a bordo de un pequeño vehículo, el Santo Padre llegó hasta la capilla, donde saludó a las personas y los sacerdotes encargados de la pastoral penitenciaria. Tras un momento de oración ante una gran imagen de la Virgen de Guadalupe, anunciaron que el Papa dejaba como regalo para los detenidos un crucifijo de cristal de color verdoso, obra de un escultor italiano.

Francisco improvisó unas palabras: "les agradezco su presencia aquí, todo el bien que hacen aquí, mil maneras de hacer que no se ven y ustedes se van a encontrar con mucha fragilidad. Por eso quise traer esta imagen de lo más frágil, el cristal es lo más frágil, que se rompe enseguida y Cristo en la cruz es la fragilidad más grande de la humanidad, sin embargo esa fragilidad nos salva nos ayuda, nos hace ir adelante y nos abre la puerta de la esperanza".

A continuación, descubrió una placa en recuerdo de la inauguración de la capilla "Cristo el Salvador", momento en el que le explicaron que en ese momento le veían y escuchaban por televisión 230.000 presos mexicanos de todo el país y de California, Texas y Colorado, en los Estados Unidos, de 400 prisiones en total.

Después y al tiempo que una banda de música cantaba, el Papa accedió al estrado. Entonces, el Obispo de Ciudad Juárez, Mons. José Guadalupe Torres Campos leyó el saludo de Mons. Andrés Vargas Peña, responsable de la dimensión episcopal de pastoral penitenciaria, que no pudo estar presente por enfermedad.

La siguiente persona que habló fue Évila Quintana, una de las presas de este centro que contó su historia al Pontífice. Ella es madre soltera y nunca había hablado en público para proteger a su pequeña hija de las burlas de otros niños; sin embargo, cuando le dijeron que daría su testimonio al Papa Francisco en la cárcel de Ciudad Juárez, fue su niña de 8 años quien la alentó a seguir adelante y asegurándole que "es más, yo quiero estar contigo".

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"Su presencia en este centro es un llamado a la obra de misericordia para los internos de una prisión y sus familias. Es también un llamado para aquellos que se olvidaron de que aquí hay seres humanos pues aunque seamos transgresores de la ley del hombre y pecadores la mayoría de nosotros tenemos la esperanza de la redención y en algunos casos la voluntad de conseguirla", dijo Quintana.

Después, Francisco saludó a 20 mujeres y 30 hombres distinguidos por su buena conducta. Ellos le regalaron una férula labrada a mano, un báculo de 1,95 metros y una vasija artesanal típica de una región.

Francisco les ofreció también un discurso plagado de cariño y ánimo dada la vida que tienen. "No quería irme sin venir a saludarlos, sin celebrar el Jubileo de la Misericordia con ustedes", les dijo.

"Hoy, junto a ustedes y con ustedes, quiero reafirmar una vez más la confianza a la que Jesús nos impulsa: la misericordia que abraza a todos y en todos los rincones de la tierra. No hay espacio donde su misericordia no pueda llegar, no hay espacio ni persona a la que no pueda tocar".

Francisco explicó entonces que "celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia".

Además, alertó de que "nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de la violencia".

"Es aprender a abrir la puerta al futuro, al mañana; es creer que las cosas pueden ser diferentes. Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es invitarlos a levantar la cabeza y a trabajar para ganar ese espacio de libertad anhelado", resaltó el Papa.

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