Cada 16 de febrero la Iglesia universal recuerda a San Onésimo, obispo de Éfeso y mártir. Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, pero se sabe que fue natural de Colosas (hoy Turquía). Vivió por muchos años bajo la condición de esclavo hasta que se convirtió en fugitivo tras robarle a su amo, Filemón, amigo cercano del apóstol San Pablo.
Sin habérselo propuesto, Onésimo no solo se liberó de las cadenas de la esclavitud instituida por los hombres, sino que encontró la libertad plena y verdadera en Cristo Jesús, de quien tuvo noticia gracias a San Pablo.
San Onésimo llegó a ser obispo de Bizancio. Durante la persecución iniciada contra los cristianos en el último período del gobierno del emperador Domiciano, Onésimo fue apresado y conducido a la fuerza a la ciudad de Roma donde sería juzgado. Onésimo entregó la vida en el martirio, condenado a muerte por lapidación alrededor del año 95.
Encuentro con Pablo, Apóstol de los gentiles
Según el Martiriologio Romano, Onésimo “fue acogido por San Pablo de Tarso y engendrado como hijo en la fe”. La conversión de Onésimo sucedió mientras estaba en prisión, en Roma, a donde había llegado en su huída tras haberle robado a Filemón, su amo, cristiano de la Iglesia de Colosas y amigo del Apóstol de los gentiles.
En la cárcel, Onésimo conoció a Cristo a través del testimonio de Pablo, de quien también se hizo amigo. Por ese tiempo, el apóstol se hallaba recluido a causa de la predicación, mientras que Onésimo se encontraba allí acusado de robo. Impresionado por su testimonio, Onésimo se convirtió definitivamente para la causa de Jesucristo y fue bautizado por el propio San Pablo quien lo formó como cristiano.