VATICANO,
El Papa Francisco presidió hoy la Santa Misa por la solemnidad de la Epifanía del Señor. A las 10 horas de Roma dio inicio la celebración en la Basílica de San Pedro con la participación de miles de personas. En su homilía, el Pontífice destacó que "la Iglesia no puede pretender brillar con luz propia sino "con la luz de Cristo". "Cristo es la luz verdadera que brilla; y, en la medida en que la Iglesia está unida a él, en la medida en que se deja iluminar por él, ilumina también la vida de las personas y de los pueblos".
El Papa destacó que "anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión" y aseguró que se trata de la vocación de la Iglesia, que "ilumina la vida de las personas y los pueblos".
Sobre los Reyes Magos, Francisco explicó que "son una prueba viva de que las semillas de verdad están presentes en todas partes, porque son un don del Creador que llama a todos para que lo reconozcan como Padre bueno y fiel".
A continuación, el texto completo de la homilía del Papa:
Las palabras que el profeta Isaías dirige a la ciudad santa de Jerusalén nos invitan a salir; a salir de nuestras clausuras, a salir de nosotros mismos, y a reconocer el esplendor de la luz que ilumina nuestras vidas: «¡Levántate y resplandece, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!» (60,1). «Tu luz» es la gloria del Señor. La Iglesia no puede pretender brillar con luz propia. San Ambrosio nos lo recuerda con una hermosa expresión, aplicando a la Iglesia la imagen de la luna: «La Iglesia es verdaderamente como la luna: […] no brilla con luz propia, sino con la luz de Cristo. Recibe su esplendor del Sol de justicia, para poder decir luego: "Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí"» (Hexameron, IV, 8, 32). Cristo es la luz verdadera que brilla; y, en la medida en que la Iglesia está unida a él, en la medida en que se deja iluminar por él, ilumina también la vida de las personas y de los pueblos. Por eso, los santos Padres veían a la Iglesia como el «mysterium lunae».
Necesitamos de esta luz que viene de lo alto para responder con coherencia a la vocación que hemos recibido. Anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión. Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. No hay otro camino. La misión es su vocación. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del Padre.