"La humildad, en cambio, es la virtud de los santos y de las personas llenas de Dios, que cuanto más crecen en importancia, más aumenta en ellas la conciencia de su nulidad y de no poder hacer nada sin la gracia de Dios", dijo.
La letra "d" fue asignada por el Papa a "dadivosidad", y subrayó que "seremos mucho más dadivosos de alma y más generosos en dar, cuanta más confianza tengamos en Dios y en su providencia, conscientes de que cuanto más damos, más recibimos".
"Sería inútil abrir todas las puertas santas de todas las basílicas del mundo si la puerta de nuestro corazón permanece cerrada al amor, si nuestras manos no son capaces de dar, si nuestras casas se cierran a la hospitalidad y nuestras iglesias a la acogida", advirtió.
La "i" corresponde a "impavidez y prontitud". Francisco explicó que "ser impávido significa no dejarse intimidar por las dificultades, como Daniel en el foso de los leones o David frente a Goliat; significa actuar con audacia y determinación; sin tibieza, 'como un buen soldado'".
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"La prontitud, en cambio, consiste en saber actuar con libertad y agilidad, sin apegarse a las efímeras cosas materiales", dijo y destacó que "estar listos quiere decir estar siempre en marcha, sin sobrecargarse acumulando cosas inútiles y encerrándose en los propios proyectos, y sin dejarse dominar por la ambición".
La última letra del acróstico, la "a", el Papa la asignó a "atendibilidad y sobriedad". El atendible, explicó, "es quien sabe mantener los compromisos con seriedad y fiabilidad cuando se cumplen, pero sobre todo cuando se encuentra solo; es aquel que irradia a su alrededor una sensación de tranquilidad, porque nunca traiciona la confianza que se ha puesto en él".
"La sobriedad -la última virtud de esta lista, aunque no por importancia- es la capacidad de renunciar a lo superfluo y resistir a la lógica consumista dominante", indicó.
Francisco subrayó también que "la sobriedad es prudencia, sencillez, esencialidad, equilibrio y moderación. La sobriedad es mirar el mundo con los ojos de Dios y con la mirada de los pobres y desde la parte de los pobres".
"Quien es sobrio es una persona coherente y esencial en todo, porque sabe reducir, recuperar, reciclar, reparar y vivir con un sentido de la proporción", aseguró.
El Santo Padre alentó a los responsables de los dicasterios vaticanos y a los superiores a profundizar, enriquecer y completar la lista propuesta, "para que esta sea nuestra guía y nuestro faro".