Aquellos que mueran en la amistad de Dios y vayan al Cielo serán liberados de todo pecado y de toda mancha de pecado. De este modo, todos seremos hechos “inmaculados” (latín, immaculatus = "sin mancha") si permanecemos fieles a Dios.
Incluso en esta vida, Dios nos purifica y prepara en santidad y, si morimos en su amistad pero imperfectamente purificados, Él nos purificará en el purgatorio y nos volverá inmaculados. Al dar a María esta gracia desde el primer momento de su concepción, Dios nos muestra una imagen de nuestro propio destino. Él nos muestra que esto es posible para los seres humanos a través de su gracia.
En palabras de San Juan Pablo II, podemos decir que “María, al lado de su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia debe mirar hacia ella, Madre y modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión”.
“Fijemos, por tanto, nuestra mirada en María, icono de la Iglesia peregrina en el desierto de la historia, pero orientada a la meta gloriosa de la Jerusalén celestial, donde resplandecerá como Esposa del Cordero, Cristo Señor”.
Las Mejores Noticias Católicas - directo a su bandeja de entrada
Regístrese para recibir nuestro boletín gratuito de ACI Prensa.
Click aquí
7. ¿Era necesario que Dios hiciera a María inmaculada en su concepción para que pudiera ser Madre de Jesús?
No. La Iglesia sólo habla de la Inmaculada Concepción como algo que era "conveniente", algo que hizo de María una "morada apropiada" (es decir, una vivienda adecuada) para el Hijo de Dios, no algo que fuera necesario.
Al respecto, los Padres de la Iglesia afirmaron “que la misma Santísima Virgen fue por gracia limpia de toda mancha de pecado y libre de toda mácula de cuerpo, alma y mente, y que siempre estuvo con Dios, y unida con Él con eterna alianza, y que nunca estuvo en las tinieblas, sino en la luz, y, por consiguiente, que fue aptísima morada para Cristo, no por disposición corporal, sino por la gracia original”, como explicó el Papa Pío IX.
“Porque ciertamente no era conveniente que este vaso de elección fuera herido por las heridas comunes, ya que Ella, a diferencia de los demás, sólo tenía en común con ellos la naturaleza, no el pecado. De hecho, era muy apropiado que, así como el Unigénito tiene un Padre en el cielo, a quien los Serafines ensalzan como tres veces santo, así también tuviera una Madre en la tierra que jamás hubiera sufrido mengua en el esplendor de su santidad [Ineffabilis Deus]”.
Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en National Catholic Register el 3 de diciembre de 2021
Dona a ACI Prensa
Si decides ayudarnos, ten la certeza que te lo agradeceremos de corazón.
Donar