VATICANO,
En la Solemnidad de Cristo Rey del Universo que la Iglesia celebra hoy, el Papa Francisco reflexionó sobre la necesidad que tiene el cristiano, como lo hizo el buen ladrón, de entender que la fuerza del reino del Señor es el amor, y que Él se revela como soberano en el "fracaso" de la cruz en el calvario.
Ante miles de fieles presentes, el Santo Padre explicó que "decir que 'Jesús ha dado su vida por el mundo es verdad, pero es más bello decir: '¡Ha dado su vida por mí! Y hoy en la Plaza, cada uno de nosotros, diga en su corazón: '¡Ha dado su vida por mí!, para poder salvarnos a cada uno de nosotros de nuestros pecados".
"Esto, ¿quién lo entendió? Lo entendió bien uno de los dos ladrones crucificados con Él, llamado el 'buen ladrón', que le suplica: 'Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu reino' (Lc 23,42). Pero este era un malhechor, era un corrupto y estaba ahí condenado a muerte por todas las maldades que había hecho en su vida, pero ha visto en la actitud de Jesús, en la humildad de Jesús el amor. Y esta es la fuerza del reino de Cristo: el amor.
Tras afirmar que Cristo se ha revelado como rey en la cruz, el Papa indicó que quien la mira "no puede no ver la sorprendente gratuidad del amor, pero alguno de ustedes podría decir: 'pero, ¡Padre, esto ha sido un fracaso!' Es justamente en el fracaso del pecado –el pecado es un fracaso–, en el fracaso de la ambición humana, que podemos ver el triunfo de la cruz, ahí está la gratuidad del amor".
"En el fracaso de la cruz se ve el amor, este amor que es gratuito, que nos da Jesús. Hablar de potencia y de fuerza, para el cristiano, significa hacer referencia a la potencia de la cruz y a la fuerza del amor de Jesús: un amor que permanece firme e íntegro, incluso ante el rechazo, y que se presenta como el cumplimiento de una vida donada en la total entrega de sí en favor de la humanidad", prosiguió.
"En el Calvario, los presentes y los jefes se burlan de Jesús clavado en la cruz y le lanzan el desafío: '¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!' (Mc 15,30). '¡Sálvate a ti mismo!'. Pero paradójicamente la verdad de Jesús es aquella que en forma de ironía le lanzan sus adversarios: '¡No puede salvarse a sí mismo!' (v. 31)".