LA HABANA,
1961 fue un año duro para la vida consagrada en Cuba: el gobierno ordenó la expropiación de la Iglesia y la expulsión de sacerdotes, religiosos y religiosas para reducir el catolicismo en la población. Sin embargo, unos cuantos se quedaron y pese a la represión trabajaron para mantener la fe en espera de años mejores. Entre ellos están Sor Ana Gómez (79) y Sor María Jesús Miranda (86), dos de las 14 Siervas de María que permanecieron en la isla.
Hasta ese año la congregación tenía siete casas en toda la isla y más de 100 religiosas que se dedicaban a su carisma de visitar y atender enfermos durante las noches y las madrugadas. Sin embargo, ya los comunistas habían expulsado a 130 sacerdotes y un obispo, y el temor de más represalias aumentaba entre fieles y religiosos. Era el inicio del éxodo de muchas congregaciones religiosas.
En el caso de las Siervas de María, su presencia se redujo a la casa de La Habana. "A España se fueron de un golpe unas 130. Había también mexicanas y de Puerto Rico" pero "la Iglesia quiso que se quedara un grupo de religiosas. A las últimas nos tocó quedarnos", relató Sor Ana a ACI Prensa.
Sin embargo, permanecer no era sencillo, pues el gobierno había expropiado los colegios y prohibido las catequesis fuera de los templos. Además, "a los niños los humillaban en la escuela porque iban a la iglesia".
La presión sobre los menores era más fuerte en los pueblos, pues se daban casos donde los profesores se paraban en las puertas de las iglesias para ver qué alumnos iban a Misa, añadió Sor Mercedes Martínez (54), la primera vocación cubana de esta congregación luego de la revolución.