Cada 31 de octubre la Iglesia Católica recuerda a San Quintín, mártir, nacido en la antigua Roma, aunque no hay certeza ni sobre el año ni el lugar exacto donde nació. Sí la hay sobre el año de su muerte: 287 d.C.
“Quintinus” o Quintín fue el hijo de un senador romano que se convirtió al cristianismo. La tradición sugiere que fue bautizado por el Papa San Marcelino (p. 296-304) y que acompañó a San Luciano de Beauvais (s. III) en su predicación por la Galia (región romana que comprendía la actual Francia y parte de Bélgica).
Convocado a dar testimonio de Cristo
Por siglos se ha sostenido que San Quintín realizó curaciones milagrosas y tenía la potestad de expulsar demonios. Por su testimonio de amor a Cristo suscitó la conversión de muchos paganos, aunque despertó también las sospechas y la mala fe de las autoridades civiles del imperio.
Fue acusado de profesar el cristianismo y conducido a la fuerza ante el gobernador-prefecto Ricciovaro (Rictiovarus). Este le reprochó haberse puesto de lado de aquellos que proclamaban la fe en un crucificado, algo que el ciudadano común consideraba deshonroso, propio de delincuentes y cobardes. Quintín le contestó a Ricciovaro que hacerlo constituía para él el más elevado honor, incluso más grande que ser el hijo de un senador.