Cada 5 de octubre la Iglesia Católica celebra a Santa Faustina Kowalska (1905-1938), religiosa y mística nacida en Polonia. Ella mantuvo un diálogo místico con Jesús que inspiró y dio forma a la muy extendida devoción a la Divina Misericordia. Por esta razón, ella ostenta el título de “Apóstol de la Divina Misericordia” (San Juan Pablo II).
"A las almas que propagan la devoción a mi misericordia, las protejo durante su vida como una madre cariñosa a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas el juez, sino el Salvador Misericordioso”, le dijo el Señor Jesús a su servidora, Santa Faustina.
Y, “¿acaso no es la misericordia un ‘segundo nombre’ del amor?”, se preguntaba San Juan Pablo II, y añadía: “En este amor debe inspirarse la humanidad hoy para afrontar la crisis de sentido, los desafíos de las necesidades más diversas y, sobre todo, la exigencia de salvaguardar la dignidad de toda persona humana. Así, el mensaje de la misericordia divina es, implícitamente, también un mensaje sobre el valor de todo hombre. Toda persona es valiosa a los ojos de Dios, Cristo dio su vida por cada uno, y a todos el Padre concede su Espíritu y ofrece el acceso a su intimidad” (San Juan Pablo II, Homilía de la Misa de canonización de Beata María Faustina Kowalska).
Una niña sencilla y amorosa
Helena Kowalska -nombre de pila de Santa Faustina- nació en Lodz, Polonia, en 1905. Desde pequeña mostró una sensibilidad especial para los asuntos espirituales, algo que sus padres -piadosos y disciplinados católicos- ayudaron a forjar.
El día que recibió la Primera Comunión, Faustina estaba tan emocionada por el don recibido que expresó su gratitud besando las manos de sus progenitores, agradeciéndoles que la educaron en el amor a Cristo y pidiendo perdón por haberles ofendido.