ROMA,
De un tiempo a esta parte ha circulado en algunos sitios web católicos una teoría de la conspiración que sostiene que la renuncia de Benedicto XVI y la elección del Papa Francisco fue el fruto de un lobby de cardenales "progresistas". Sin embargo, en un reciente artículo un experto demostró con hechos la inconsistencia de esta historia.
Phil Lawler, editor de Catholic World News (CWN) y autor de siete libros sobre temas religiosos y políticos, señaló en un artículo publicado en catholicculture.org que esta teoría de la conspiración tiene su origen en la nueva biografía del Cardenal Godfriend Danneels –Purpurado belga que apoya el aborto y las uniones homosexuales-, donde se habla de un grupo de cardenales "progresistas" que estaban "descontentos con la influencia en el Vaticano del entonces Cardenal Joseph Ratzinger".
Según esta biografía, estos purpurados fueron conocidos como el grupo de San Gallen –por el lugar donde se reunieron-, y además de Danneels, figuraban el difunto Cardenal Carlo María Martini, Arzobispo de Milán, y los cardenales Achille Silvestrini, Cormac Murphy-O'Connor, Karl Lehmann y Walter Kasper. En el lanzamiento del libro, el cardenal belga se refirió a este grupo como "un club mafioso", señaló Lawler.
"Ahora bien, no puede ser edificante saber que los cardenales estaban conspirando para influir en la política del Vaticano, y los lectores conocedores, mirando la lista de nombres, bien podrían preocuparse por su influencia. Pero no llega al nivel de conspiración si un grupo de prelados se reúnen para discutir asuntos de la Iglesia", indicó Phil Lawler.
Recordó que los autores de la biografía "fueron más lejos y dijeron a un periódico francés que el grupo de San Gallen había estado activo en el cónclave de 2005, resistiendo al Cardenal Ratzinger y promoviendo al Cardenal Bergoglio".
"Si esto fuera cierto –si los cardenales estuvieron activamente manejando un lobby durante el cónclave- su comportamiento hubiera sido un escándalo, una clara violación de la ley canónica, un delito por el cual San Juan Pablo II prescribió la pena de excomunión", advirtió el experto.