FILADELFIA,
El Papa Francisco pronunció un sentido discurso esta mañana ante los presos del Instituto Correccional Curran-Fromhold de Filadelfia, en Estados Unidos. A continuación el texto completo de sus palabras (las cursivas son las palabras improvisadas del Santo Padre):
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Voy a hablar en español porque no sé hablar inglés, pero él me va a traducir, él habla muy bien inglés y me va a traducir.
Gracias por recibirme y darme la oportunidad de estar aquí con ustedes compartiendo este momento de sus vidas. Un momento difícil, cargado de tensiones. Un momento que sé es doloroso no solo para ustedes, sino para sus familias y para toda la sociedad. Ya que una sociedad, una familia que no sabe sufrir los dolores de sus hijos, que no los toma con seriedad, que los naturaliza y los asume como normales y esperables, es una sociedad que está «condenada» a quedar presa de sí misma, presa de todo lo que la hace sufrir. Yo vine aquí como pastor pero sobre todo como hermano a compartir su situación y hacerla también mía; he venido a que podamos rezar juntos y presentarle a nuestro Dios lo que nos duele, y también lo que nos anima y recibir de Él la fuerza de la Resurrección.
Recuerdo el Evangelio donde Jesús lava los pies a sus discípulos en la Última Cena. Una actitud que le costó mucho entender a los discípulos, inclusive Pedro reacciona y le dice: «Jamás permitiré que me laves los pies» (Jn 13,8).
En ese tiempo era habitual que, cuando uno llegaba a una casa, se le lavara los pies. Toda persona era siempre recibida así. Porque no existían caminos asfaltados, eran caminos de polvo, con pedregullo que iba colándose en las sandalias. Todos transitaban los senderos que dejaban el polvo impregnado, lastimaban con alguna piedra o producían alguna herida. Ahí lo vemos a Jesús lavando los pies, nuestros pies, los de sus discípulos de ayer y de hoy.