NUEVA YORK,
El Papa Francisco decidió no mencionar a Jesucristo en sus mensajes en la Casa Blanca, el Congreso y en el de esta mañana ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Esto, comprensiblemente, causó alguna curiosidad entre analistas católicos que señalaron que, como el Papa habla en el nombre de Jesús, debería invocarlo explícitamente para dirigir a los líderes nacionales y mundiales hacia la luz de Cristo y su enseñanza.
Pero este acercamiento no es nuevo: Benedicto XVI no se refirió a Cristo en su discurso en el Westminster Hall en Londres en 2010, e hizo una sola referencia explícita a Él cuando habló en las Naciones Unidas en 2008 (San Juan Pablo II hizo seis referencias a Cristo en su discurso ahí en 1995).
Es también generalmente poco común que las autoridades de la Santa Sede en las Naciones Unidas, así como aquellas en la Primera Sección de la Secretaría de Estado que hicieron el boceto del discurso del Papa de hoy en la ONU, invoquen el nombre del Señor en discursos.
Dicen que esto es principalmente porque quieren que su mensaje resuene en todas las personas, y por eso en la ONU prefieren elegir el "lenguaje de los derechos humanos", algo que si bien tiene sentido para su audiencia, puede sonar algo vago, relativista y carente del carácter sobrenatural para los fieles.
El año pasado, cuando el mundo conmemoraba el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, le pregunté al observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, Mons. Silvano Tomasi, si la comunidad global realmente puede estar más a salvo del riesgo de la guerra gracias solo a la intervención internacional que ofrece la ONU, sin invocar explícitamente al propio Príncipe de la Paz.