VATICANO,
El jueves el Papa Francisco habló a cinco mil jóvenes consagrados en una audiencia en el Aula Pablo VI del Vaticano. Los religiosos participaron de varias actividades en Roma con motivo del Año de la Vida Consagrada.
Para hacer más comprensibles sus palabras, el Pontífice también utilizó está vez anécdotas y vivencias personales. Una de ellas trató de la cercanía que deben tener los religiosos con el resto de personas y contó "el testimonio de un corazón que ardía".
"Recuerdo en Buenos Aires que un hospital se había quedado sin monjas porque eran pocas, ancianas, y esa Congregación estaba casi acabada –porque los institutos religiosos son todos provisionales: el Señor elige uno por un tiempo, después lo deja y hace otro; ninguno tiene la posibilidad de permanecer para siempre; es una gracia de Dios, y algunos son por ese tiempo; esto está claro–; estas hermanas, pobrecitas, eran ancianas… Y me hablaron de una Congregación de Corea: las Hermanas de la Sagrada Familia de Seúl".
"A través de un sacerdote coreano al final llegaron tres monjas coreanas a ese hospital, en Buenos Aires, donde se habla español", aclaró Francisco.
"Y ellas sabían español igual que yo chino: nada". "El segundo día, fueron a las habitaciones con los gestos, con una caricia, con la sonrisa… Los enfermos decían: 'Pero, ¡que monjas tan preciosas! ¡Cómo trabajan! ¡Qué buenas son!".
"'Pero, ¿te han dicho algo?' 'No, nada'. Era el testimonio de un corazón que ardía. Es la maternidad de las monjas".