27 de octubre de 2024 Donar
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Esta joven se libró del diablo gracias al nombre de María

El poderoso Nombre de María / Crédito: Renata Sedmakova - Shutterstock

A lo largo de los años, los santos de la Iglesia Católica han resaltado que la Virgen María es la ayuda más efectiva en la lucha contra el demonio, y los sacerdotes suelen invocar su nombre durante los exorcismos. Por ello, en el marco de la fiesta del Santo Nombre de María, cada 12 de septiembre, compartimos un impresionante relato.

San Alfonso María de Ligorio, gran devoto de la Virgen, relató en su libro Las Glorias de María la historia de una joven que logró librarse del diablo gracias al nombre de María Santísima.

Dijo que según las referencias de otros dos autores católicos, cerca del año 1465 vivía en Güeldres (Holanda) una joven de nombre María que fue a hacer unos recados a Nimega (Países Bajos) y allí fue tratada groseramente por su tía.

En el camino de regreso, la muchacha desconsolada y encolerizada invocó la ayuda del diablo y este se le apareció en forma de hombre, prometiéndole ayudarla con algunas condiciones.

"No te pido otra cosa –le dijo el enemigo– sino que de hoy en adelante no vuelvas a hacer la señal de la cruz y que cambies de nombre”. “En cuanto a lo primero, no haré más la señal de la cruz –le respondió–, pero mi nombre de María, no lo cambiaré. Lo quiero demasiado'”. “Y yo no te ayudaré”, le dijo el maligno.

Después de discutir un rato, los dos acordaron que ella se llamaría con la primera letra del nombre de María, es decir, Eme. Una vez cerrado el pacto, ambos se fueron a Amberes, donde la joven vivió seis años con esa indeseable compañía y llevando una mala vida.

Cierto día la chica le dijo al diablo que deseaba ir a su tierra. Al demonio no le agradaba la idea pero finalmente aceptó. Al llegar a la ciudad de Nimega, se dieron con la sorpresa de que se estaba representando en la plaza la vida de Santa María.

San Alfonso María de Ligorio describe que "al ver semejante representación, la pobre Eme, por aquel poco de devoción hacia la Madre de Dios que había conservado, rompió a llorar. '¿Qué hacemos aquí? –le dijo el compañero–. ¿Quieres que representemos otra comedia?' La agarró para sacarla de aquel lugar, pero ella se resistía, por lo que él, viendo que la perdía, enfurecido la levantó en el aire y la lanzó al medio del teatro".

Es así que la joven contó su triste historia, fue a confesarse con el párroco, quien la mandó ante al obispo local y este al Santo Padre. El Pontífice, tras oír su confesión, le indicó como penitencia “llevar siempre tres argollas de hierro, una al cuello, y una en cada brazo”.

María obedeció y se fue a Maestricht (Países Bajos), encerrándose en un monasterio para penitentes.

"Allí vivió catorce años haciendo ásperas penitencias. Una mañana, al levantarse vio que se habían roto las tres argollas. Dos años después murió con fama de santidad; y pidió ser enterrada con aquellas tres argollas que, de esclava del infierno, la habían cambiado en feliz esclava de su libertadora", puntualiza San Alfonso María de Ligorio.

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