Esto habría de ser para el santo una suerte de misión: salvar almas del purgatorio.
No en vano le valió, muchos años después de su muerte, que la gente empiece a llamarlo “patrón de las santas almas” o “protector de las ánimas del purgatorio''.
Según cuentan los agustinos, una noche, Nicolás estaba durmiendo en su celda cuando oyó la voz de uno de sus compañeros frailes, fallecido recientemente. El fraile le dijo a Nicolás que estaba en el purgatorio y le pidió que celebrara la Eucaristía por él y por otras almas que estaban allí, para que fueran liberadas por la misericordia de Cristo. Después de que Nicolás celebrara la santa misa por esta intención durante siete días, el fraile volvió a hablarle, esta vez para darle las gracias y asegurarle que muchas almas, incluyendo la suya, ahora estaban con Dios.
Los panecillos milagrosos
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A San Nicolás de Tolentino también le tocó soportar dolores y situaciones muy duras. El fraile padeció por varios años de fuertes dolores de estómago, y por algunos períodos su salud se quebró completamente. Un día, estando gravemente enfermo, se le apareció la Virgen María y le dio ciertas instrucciones, con las que al final se obraría un milagro. La Madre de Dios le dijo que se hiciera de un trozo de pan, lo mojara en agua y se lo comiera, y que si lo hacía obedientemente, ella curaría sus dolencias -existe otra versión del relato que señala que fue la misma Virgen quien le dio de comer trocitos de pan-.
Así, Dios curó a San Nicolás gracias a la intervención de la Virgen. A partir de estas experiencias, el santo empezó a bendecir trozos de pan y dárselos a los enfermos. A través de este sencillo gesto, muchos quedaron curados.
Como recuerdo de aquellos milagros, el día de la festividad de San Nicolás se preparan los “panecillos de San Nicolás” los cuales son compartidos entre los devotos.
Los brazos de San Nicolás
San Nicolás murió el 10 de septiembre de 1305 y fue enterrado en la iglesia del convento de Tolentino, su hogar por más de tres décadas.
En 1345, sus restos fueron exhumados y su cuerpo fue hallado incorrupto. Este fue expuesto públicamente y se decidió que le fueran amputados los brazos para que sirvan como reliquias. Se asegura que en el momento de la amputación los brazos del santo sangraron profusamente, tal y como si estuvieran siendo separados de una persona viva.