De las numerosas parejas católicas que pasan por el consultorio del sacerdote P. T.G Morrow en Washington D.C en Estados Unidos para terapia familiar, dos de ellas impactaron especialmente al presbítero.
En muchas maneras esas dos parejas eran perfectas: estaban abiertas a la vida, educaban a sus hijos en la fe y recibían frecuentemente los sacramentos. Pero ambos matrimonios terminaron rotos. ¿El culpable? Los enojos.
"Los enojos son un veneno", aseguró a ACI Prensa el P. Morrow, teólogo moral y autor de Overcoming Sinful anger (Superando la ira pecaminosa). "Si un esposo y su mujer se enfadan con frecuencia, eso destruye la relación. La hace tan dolorosa que quieren terminar con ella".
La experiencia del enojo es universal. Es natural, puede ser incontrolable y es una respuesta al comportamiento de otros, afirma. A veces los enojos pueden ser correctos, Santo Tomás de Aquino dijo que si este se unía a la razón era digna de alabanza; pero la mayoría de las veces están encaminados hacia la ira pecaminosa que está motivada por el deseo de venganza, explicó el sacerdote.
Y la ira como pecado tiene efectos devastadores en las relaciones.
"Es extremadamente importante que la gente se dé cuenta de que la ira y los enojos pueden ser algo serio, especialmente si cuenta con arrebatos mayores que dañan a otras personas", afirmó el P. Morrow.