Este 9 de agosto se cumplen 79 años de la segunda bomba atómica arrojada por Estados Unidos sobre Japón, esta vez contra Nagasaki, ciudad con una rica historia de mártires cristianos del siglo XVI y XVII.
El día del lanzamiento de Fat Man —el nombre de la bomba—, la pequeña comunidad católica japonesa perdió en Nagasaki a dos tercios de sus miembros.
Tras la destrucción de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, el alto mando militar estadounidense, liderado por el presidente Harry Truman, puso la mira sobre la ciudad de Kokura para forzar la rendición de Japón. Sin embargo, el mal tiempo hizo que se cambiara el objetivo por Nagasaki.
Nagasaki tenía unos 240.000 habitantes. Un error de cálculo de los estadounidenses hizo que la bomba no cayera en el centro de la ciudad, pero el efecto igual fue devastador y mató de manera inmediata a unas 75.000 personas.
En los días siguientes murió un número similar a causa de las heridas y enfermedades ocasionadas por la radiación.