ASUNCIÓN,
El Papa Francisco presidió este domingo una multitudinaria Misa en el Campo de Ñu Guazú, en Asunción, en el último día de su visita apostólica a este país sudamericano.
A continuación el texto completo. Las partes en cursiva son los momentos en los que el Papa improvisó en la homilía:
«El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto», así dice el Salmo (84,13). Esto estamos invitados a celebrar, esa misteriosa comunión entre Dios y su Pueblo, entre Dios y nosotros. La lluvia es signo de su presencia en la tierra trabajada por nuestras manos. Una comunión que siempre da fruto, que siempre da vida. Esta confianza brota de la fe, saber que contamos con su gracia, que siempre transformará y regará nuestra tierra.
Una confianza que se aprende, que se educa. Una confianza que se va gestando en el seno de una comunidad, en la vida de una familia. Una confianza que se vuelve testimonio en los rostros de tantos que nos estimulan a seguir a Jesús, a ser discípulos de Aquel que no decepciona jamás. El discípulo se siente invitado a confiar, se siente invitado por Jesús a ser amigo, a compartir su suerte, a compartir su vida. «A ustedes no los llamo siervos, los llamo amigos porque les di a conocer todo lo que sabía de mi Padre» (Jn 15,15). Los discípulos son aquellos que aprenden a vivir en la confianza de la amistad.
El Evangelio nos habla de este discipulado. Nos presenta la cédula de identidad del cristiano. Su carta de presentación, su credencial.
Jesús llama a sus discípulos y los envía dándoles reglas claras, precisas. Los desafía con una serie de actitudes, comportamientos que deben tener. Y no son pocas las veces que nos pueden parecer exageradas o absurdas; actitudes que sería más fácil leerlas simbólicamente o «espiritualmente». Pero Jesús es bien claro. No les dice: «Hagan como que» o «hagan lo que puedan».